La construcción del marco europeo

La Europa necesaria

La integración de la UE es una historia de éxito aunque el edificio haya estado a punto de tambalearse

FRANCESC GRANELL

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Mi respetado compañero Josep Oliver publicó el pasado 18 de junio en esta página de Opinión un artículo titulado El fracaso de Europen el que analizaba algunos de los problemas no resueltos que está afrontando la Unión Europea actual: el problema que se viene arrastrando con Grecia con sus múltiples facetas internas y externas; la eventual salida del Reino Unido de la UE si el referéndum propuesto por David Cameron finalmente se realiza y se vota en el sentido que ni el propio Cameron parece desear, etcétera. Yo suscribo las dudas de Oliver respecto a la falta de rapidez en la toma de decisiones que hace que la UE no sea percibida por la ciudadanía como una máquina eficaz, pero creo que no podemos hablar de ninguna manera del fracaso de Europa.

La integración europea es una historia de éxito. La UE ha recibido el Nobel de la Paz por evitar nuevas guerras entre sus estados miembros. La Unión Europea ha permitido resoldar a los países europeos del este y del oeste que durante 40 años estuvieron divididos por el telón de acero. La integración europea ha generado un efecto llamada que ha hecho que de sus seis miembros iniciales hayamos llegado ahora a 28 estados miembros. Ha habido, pues, una demanda de Europa que no pudieron siquiera imaginar los padres fundadores del proyecto europeo: SchumanMonnetAdenauerDe Gasperi... Hoy en día esta demanda de Europa sigue viva y son varios los estados que están en negociaciones para entrar a la UE.

La construcción de la Europa Occidental a través de lo que inicialmente fue solamente la Comunidad del Carbón y del Acero, la Comunidd Europea y el EURATOM, y que es ahora la Unión Europea con una moneda común para 18 de sus estados miembros, ha tenido, es cierto, altibajos de euro-optimismo y euro-pesimismo y en muchos momentos el edificio europeo ha parecido tambalearse: la imposibilidad de crear la Comunidad Europea de Defensa, los vetos de De Gaulle en su actitud de silla vacía y su boicot al ingreso de Gran Bretaña, las manipulaciones de la señora Thatcher para rebajar la contribución británica a las finanzas europeas, las dificultades para integrar la agricultura española en el concierto europeo durante las negociaciones de adhesión (de cuyo inicio en 1985 celebramos ahora los 30 años) el fracaso en el intento de poner en marcha una Constitución para Europa tras los referéndums negativos en Francia y Holanda, las dificultades para resolver la crisis del euro y de Grecia que venimos arrastrando desde el 2008.

BALANCE POSITIVO

Pese a estas contrariedades la integración ha ido avanzando y acaba de avanzar más estos pasados días cuando el Tribunal Europeo ha sentenciado que las intervenciones del Banco Central Europeo para luchar contra la crisis del euro no son contrarias a los tratados. La integración europea ha pasado, sí, por momentos difíciles y ha tenido que ir corrigiendo ciertos errores de diseños, pero el balance de la misma es muy positivo. La Unión Europea es una historia de éxito y no la historia de un fracaso. La UE ha suprimido las barreras al comercio entre los estados miembros al tiempo que ha dado acceso a los ciudadanos a productos de otras latitudes. Nos hemos abierto al mundo y ahí tenemos el éxito exportador español para refrendarlo. Tenemos ahora libre circulación de personas y capitales. Tenemos una moneda común y un Banco Central Europeo, y nuestras universidades se han acostumbrado a transnacionalizarse a través de programas europeos de investigación. Ha habido también avances en cuestiones de medio ambiente, política industrial y de la competencia. La UE se ha convertido en el primer donante mundial de apoyo a países en desarrollo. Nuestros  estudiantes erasmus se han acostumbrado a pensar en términos europeos .

Los europeos necesitamos de la UE pues cada uno de nuestros países aisladamente no tiene fuerza suficiente por sí solo para jugar en el concierto mundial ante los avances de China y otros países emergentes. Los 500 millones de ciudadanos que somos no alcanzamos el 7% de la población mundial y no podemos aspirar a la autosuficiencia en algunos temas tan importantes como la energía, el I+D o el abastecimiento de muchas de las materias primas que necesitamos. Necesitamos de la Unión Europea para afrontar de forma mancomunada nuestra relación con el resto del mundo y para impulsar acciones europeas en que la suma de todos tiene siempre mayor impacto que las acciones separadas de los respectivos estados miembros. Una Europa eficazmente integrada es, hoy, más necesaria que nunca.