Análisis

Política en Común

Barcelona ha votado por un cambio de valores, no de gestores. Hay quien todavía no ha despertado

ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ

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Ha sucedido. Un nuevo ecosistema político ha conseguido liberar suficiente energía democrática para conseguir la victoria en Barcelona. Triple mérito: no tienen experiencia de gestión previa; no forman parte -mayoritariamente- de la cultura de los partidos del poder (y en el poder); y no son un partido político, ni una coalición convencional: se trata de una confluencia múltiple, cívica y política de experiencias y vivencias muy diversas. Estamos frente una novedad total. La incertidumbre planea sobre la esperanza y la curiosidad. Ada Colau descubrirá, muy pronto, que los intangibles pesan. Y mucho.

Los escépticos esperan la caída. Los cínicos correrán a reivindicarla. Los fariseos sonreirán con mueca mal disimulada. Los estoicos, la mayoría social, esperan que nuestros gobernantes acierten. Esta es la expectativa y la presión -mediática y pública- que se cierne sobre la alcaldesa Colau. Pero su bisoñez institucional no es ingenuidad política. Las luchas fortalecen el carácter, aunque no siempre te acreditan técnicamente. Barcelona ha votado por un cambio de valores, no de gestores. Hay quien todavía no ha despertado.

Hasta ahora Colau ha combinado las microrrupturas estéticas, de fuerte componente moral (como el tema de su salario, el coche oficial o el vestuario de sus futuras escoltas) con decisiones pragmáticas más de fondo que no parecen claudicantes ni continuistas. La percepción lo es todo. El encanto seductor del pragmatismo es, muchas veces, más trasformador que el radicalismo que no crea mayorías. El sorpresivo movimiento en relación con la designación de Jordi Martí como nuevo gerente municipal, o el nombramiento de Amadeu Recasens como responsable de la Guardia Urbana ofrecen señales, todavía aisladas, de intención y atención. De profundidad y cautela.

Barcelona en Comú, con Colau al frente, va a tener que dedicar mucho tiempo a la política en común. La que le va a permitir negociar, pactar y sumar apoyos en la gobernabilidad. En política, la conciencia de los límites propios es la condición indispensable para la ambición política.