El urbanismo y la geografía

Ni fachada ni paseo marítimo

Barcelona no ha aprovechado suficientemente la primera línea de mar surgida con la Vila Olímpica

JOSEP OLIVA CASAS

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Barcelona cometió un gravísimo error urbanístico que comenté anteriormente (1 de mayo del 2015), referido a la tozudez de la sociedad barcelonesa al querer apostar por el plan de Rovira i Trias en el Eixample. Estoy hablando de mediados del siglo XIX. Afortunadamente, sin embargo, se acabó aplicando el plan de Cerdà. Entremos ahora en el siglo XX.

La celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992 supuso una mejora evidente del urbanismo de la ciudad. Dio un salto cualitativo centrado en dos puntos: la infraestructura de las rondas y la apertura de la ciudad al mar al construir la Vila Olímpica con el previo desvío de la línea férrea. El primero permite una cierta reducción del tráfico interior porque acorta recorridos para entrar y salir de la ciudad y, a la vez, hace posible cruzarla sin pasar por el interior. En conjunto, sirvió para poner a Barcelona en el mapa de las ciudades conocidas a lo largo del mundo. Contribuyó a eso el hecho de dar a conocer la ciudad a la gran cantidad de visitantes extranjeros que vinieron para asistir a los Juegos, que pudieron constatar la calidad urbana del modelo mediterráneo. También tuvieron su efecto las mejoras urbanas hechas con motivo del gran acontecimiento deportivo, especialmente la construcción del nuevo barrio que sirvió de alojamiento de los atletas. Permitió la conexión directa con el mar, que era una asignatura pendiente desde hacía muchos años. A eso hay que añadir el definitivo desmantelamiento de un sector muy degradado lleno de barracas en el que vivían muchos ciudadanos en condiciones deplorables e indignas, ¡y eso a finales del siglo XX! Por lo tanto, el magnífico nuevo barrio representó una mejora evidente y un cambio radical. Quiero subrayar este hecho por el especial comentario que más adelante expresaré.

Ahora querría apuntar unas consideraciones de tipo urbanístico. El buen urbanismo necesita una visión global del hecho urbano, es decir, tener en cuenta toda una serie de aspectos diversos en los que intervienen no solamente la arquitectura sino también la sociología, el ecologismo y temas relacionados con la imagen. Dicho de otra manera, hay que pensar en dos elementos básicos: la función propiamente urbana pero también la forma. Y, atención, en determinados puntos atender el papel que puede jugar la geografía. Sí, a veces hay que sacar partido de la geografía aprovechando las ocasiones que ofrece para mejorar el urbanismo. Por ejemplo, creo que podemos coincidir en darnos cuenta del poder de atracción que tiene el elemento agua. Una ciudad que tenga una franja costera o una fachada a un lago o a un río de caudal suficientemente grande son bienes preciados, y los planes urbanos deben aprovecharlos porque son puntos que, invariablemente, atraen a los ciudadanos. Diseñemos, pues, estructuras urbanas que faciliten la apropiación que, con seguridad, hará de ellas la ciudadanía. Lamentablemente, es un tema que no se ha tenido muy en cuenta a lo largo del mundo. Insisto, la presencia del agua (muy especialmente el mar) es un excelente instrumento al servicio del urbanismo.

¿Y qué se hizo en la Vila Olímpica del Poblenou? Pues resulta que en la primera línea de mar, a partir del puerto y en dirección al Fòrum, hay un tramo de ciudad que ofrece una visión de no imagen. En cambio, la fachada urbana, es decir, con continuidad construida, se encuentra en segunda línea, en la calle de Salvador Espriu. Pues muy al contrario, habría que poner todo el énfasis en la primera línea y no en la segunda. Se construyó un nuevo barrio pero no se remató adecuadamente en la franja contigua al mar. Era el lugar adecuado para diseñar una gran fachada marítima sólida, consistente, de fácil lectura y memorización,  acompañada de un magnífico paseo, todo ello urbanamente potente (la función). Con edificios de cierta altura de uso residencial, algunos hoteles, tiendas y restaurantes y un paseo marítimo de anchura generosa. Sería otro icono de Barcelona (la forma).

Es un caso realmente curioso. Por un lado, la Vila Olímpica significó, gracias al plan urbanístico, una mejora espectacular de un sector muy degradado de la ciudad. Por otro lado, no hubo suficiente ambición (o tal vez suficiente claridad de ideas) para aprovechar, urbanamente, la magnífica oportunidad que ofrecían las espléndidas cualidades geográficas del lugar, que aseguraban que pudiese convertirse en un gran foco urbano. En el futuro, ¿se podría rehacer al menos una parte de esta primera línea de mar? Pensémoslo: sería enmendar un grave error urbano.