Los embrollos de CiU

ANDREU PUJOL

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La pregunta de la dirección de Unió a sus militantes no es, ni siquiera, una pregunta. Son un conjunto de condicionantes que imponen Josep Antoni Duran y sus esbirros. Lo que exigen para poder llegar a plantearse la posibilidad de una Catalunya independiente es, paradójicamente, la sumisión absoluta al gobierno español. “Diálogo” y “seguridad jurídica” son virguerías lingüísticas que significan, para la gente normal, que Catalunya no puede independizarse sin el visto bueno de España y que, para hacerlo, se deben cumplir todas las leyes españolas. Eso es exactamente lo mismo que decir que no se quiere la independencia, pero se redacta de tal forma que, tomándonos por cortitos, se creen que cuela.

Con argumentos parecidos se descolgaron del derecho a decidir los socialistas y nadie duda de su españolismo. No era lógico mantener una unidad ficticia entorno a algo inconcreto. A medida que ha ido pasando el tiempo han ido desapareciendo siglas del proceso soberanista, lo cual es bueno porqué significa que las cosas se van aclarando.

En la federación CiU ya nos tienen acostumbrados a una retórica embrollada con eufemismos del tipo “estado propio” y “transición nacional”. Parecía que algo había cambiado con el preacuerdo de hoja de ruta entre CDC y ERC donde se hablaba, por primera vez, explícitamente de independencia. Pero seguían habiendo motivos para la preocupación: UDC no había firmado tal documento. Al mismo tiempo, los de Duran ni abandonaban la federación ni se comprometían a determinar su posicionamiento antes de las municipales, pretendiendo así apoderarse de tantos concejales como les fuera posible mediante el engaño a los electores.

Todo esto hacía sospechar que la famosa pregunta a la militancia no serviría para esclarecer nada y algunos así lo apuntábamos antes de que se supiera. Una formación que se nutre, precisamente, de la falta de claridad, no puede proporcionar el antídoto de su veneno. Lo más preocupante de todo eso es que Artur Mas ha dado su conformidad a la estrategia duranista --si es que no es la suya también-- diciendo que no se contradice con la hoja de ruta hacia la independencia.

CiU es el último reducto de ambigüedad del proceso y mucho tiene que cambiar todo para que no se carguen el carácter plebiscitario de las elecciones de septiembre con sus cortinas de humo y sus líos.