Al contrataque

Para Silvia

Me dijo que por qué no había sido más duro con Rekarte. Le dije que mi dureza fue marcar distancia

JORDI ÉVOLE

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Cuando haces un programa dedicado a un exmiembro de ETA sabes a lo que te expones. De entrada tienes la certeza de que hay una parte de España que -con toda legitimidad- por el simple hecho de escuchar la palabra ETA lo va a rechazar. Pero si crees que ese programa puede mostrar una realidad, hasta ahora desconocida para la mayoría de espectadores, de una de las etapas más negras de la historia reciente de este país creo que tienes la obligación de hacerlo. En la preparación con el equipo, mucho debate interno. Y mucha responsabilidad. Qué preguntas debían hacerse y cuáles no. Qué tono debíamos tener. Qué imágenes debíamos recuperar. Y tras la emisión, las reacciones. Respeto absoluto para los que vieron inadecuado entrevistar a un exmiembro de una organización terrorista. Y mi agradecimiento a las víctimas directas de ETA que aplaudieron la entrevista, entre ellas el diputado socialista Edu Madina y el periodista Gorka Landaburu.

Pero les tengo que decir que ha habido una persona que me ha encogido el alma. El miércoles me llegó un mensaje al móvil. Me buscaba una chica llamada Silvia. Me explicaron su historia y me pasaron su teléfono. Mi obligación era llamarla. Aunque imaginaba que iba a ser una llamada que me iba a sacudir. Silvia me habló con educación exquisita, con entereza, de forma amable pero duraSilvia me dijo que por qué no le había llamado antes. Que por qué no le había avisado. Y que por qué no había sido más duro con Iñaki Rekarte. Le dije, sin ánimo de justificarme, que mi dureza fue marcar distancia, hacer una entrevista fría, sin complicidad, como pocas veces -o nunca- había hecho. No es mi estilo. Pero esta vez todo era diferente.

El olvido de sus nombres

Silvia todo eso le parecía insuficiente. Porque Silvia es la hija de Eutimio y Julia, el matrimonio que perdió la vida en el atentado que cometió Rekarte en Santander. Silvia, entonces con 18 años, tuvo que hacerse cargo de su hermano, con 16. Sus padres tenían la edad que tiene ahora Rekarte. Y le duele que no recuerde ni sus nombres. Aunque hubiese hablado conmigo antes de la emisión, creo que ninguna entrevista que le hubiera hecho a Rekarte le hubiese complacido. Todo hubiese sido insuficiente. Y con toda la razón. ¿Quién soy yo para valorar el dolor de una víctima, a mí que no me han matado a nadie? Pedí disculpas a Silvia. Aunque sigo creyendo que el periodismo tiene la obligación de contar qué pasaba dentro de una organización como ETA. De hecho, creo que la peor parada del testimonio de Rekarte es la propia ETA.

Pero no le puedo venir a Silvia con milongas periodísticas. Y, por muy contradictorio que suene, le digo que lo siento, y a la vez le digo que lo volvería a hacer. Gracias Silvia por la conversación y por removerme por dentro. Lo volveríamos a hacer, sí, pero gracias a ti lo haríamos mejor.