Un combate de los grandes

El Barça está de nuevo en lo que ya es su jardín: la final de la Champions

MARTÍ PERARNAU

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Un tal Ter Stegen agarró con las dos manos la tarjeta de embarque a Berlín y ya no la soltó en toda la noche por más que Lewandowski y Thiago amenazaban con subirse al avión. El Barça está de nuevo en lo que ya es su jardín: la final de la Champions, ese escenario mágico que este año tendrá una pátina histórica ineludible en el OlympiaStadion berlinés. Cuarta final en nueve temporadas, una barbaridad que debe entenderse a partir de un fenómeno que nadie puede augurar si nunca más será repetible: Leo Messi.

Messi agarró la tarjeta de embarque hace una semana en el Camp Nou y ayer, cuando al Barça le había dado un tembleque que amenazaba ruina, encontró uno de esos pasillos que solo él adivina y le regaló un balón a Suárez para que Neymar empinara la cuesta del Allianz Arena hasta lo que se antojaba imposible. Messi ha estado presente en los cinco goles del Barça y en Múnich la secuencia de pases Messi-Suárez-Neymar se ha repetido para acabar de ganar el billete a Berlín.

Los «tres pepinos», ¡menudo trío! Por momentos, ellos tres parecen formar un equipo en sí mismo. Por si no era suficiente con los tres cohetes, Ter Stegen ha sido un pulpo con las manos, un velocirráptor con los reflejos y una delicia con los pies. Se ha bastado para rechazar el ataque germano, un percutor que se había olvidado de las graves bajas y parecía dispuesto a morir matando con Thiago al timón, desatado ante su exequipo, apareciendo por todas partes. El Allianz ha vivido un partido mayúsculo, de tamaño gigantesco, de esos que no se olvidan, como aquellos combates de boxeo del siglo pasado en que los púgiles se pegaban de verdad cuando el márketing no lo había invadido todo.

Bayern y Barça se golpeaban sin cuartel ni especulación, dejando una gran obra de fútbol sobre el césped, ante un público enardecido con independencia del marcador, consciente de que no iba a estar en Berlín pero agarrado a su equipo como pocas veces antes en su larga historia.

Messi, Suárez, Neymar, Mascherano y Ter Stegen como quinteto imparable. Boateng, Alonso, Thiago, Lewandowski como cuarteto indomable. En las Champions recientes ha habido semifinales más cerradas, más agresivas, incluso violentas, más emocionantes o tortuosas, pero quizá ninguna ha contenido en sus 180 minutos tantas ganas de atacar como este magnífico choque. Donde cualquiera habría perdido toda esperanza, los de Guardiola han persistido con una fe encomiable hasta alcanzar la cifra de 20 disparos contra Ter Stegen y acabar llevándose una victoria inservible salvo porque refuerza como nunca la conexión entre jugadores y entrenadores.

Este Barça de Messi es histórico. Continúa siendo histórico. Magnífico en París con Rijkaard, soberano con Guardiola en Roma, pluscuamperfecto en Wembley con Pep, ahora es un trueno con Luis Enrique. Disfrutemos de la obra.