Muerte en el mar

¿Puede hacer más Europa?

El plan de la UE sobre la emigración en el Mediterráneo obvia aspectos relevantes pero es un primer paso

DAVID MOYA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace unos días cientos de personas murieron en el Mediterráneo en pos del sueño europeo. Es una tragedia inmensa, pero recurrente; un dejà vu. La reacción de Europa -de la Unión Europea- es incuestionable: celebración en apenas tres días de un Consejo Europeo extraordinario, el instrumento de decisión de máximo nivel en la UE, y adopción de un plan de acción de 10 puntos, a desplegar por la Comisión Europea y los estados. Hasta aquí los méritos, porque el balance resulta en realidad mucho más magro.

Empecemos encuadrando el problema. Por un lado, las vías de migración legal a Europa desde algunos países de África o Asia son escasas o casi inexistentes. Por otro, la securización de las fronteras exteriores de la Unión dificulta notablemente el acceso de solicitantes de asilo a la UE. Esto ha favorecido el lucrativo negocio de pasadores y traficantes, que han encontrado una oportunidad de oro en la táctica de abandonar buques repletos de personas en el Mediterráneo. Pero como precisamente es una de las muchas tácticas que siguen, convendría abordar el problema de manera más amplia, como mínimo teniendo en cuenta tres planos distintos.

Un primer plano pasa por abrir una amplia reflexión sobre la mejor manera de ligar estrechamente la política migratoria con la ayuda al desarrollo en una estrategia a largo plazo que se integre mejor con nuestra política de vecindad europea, actualmente en revisión y a la que, sorprendentemente, el plan no hace referencia. Es cierto que el plan indica de manera genérica la necesidad de lanzar programas de protección y desarrollo regional en el norte y el Cuerno de África, pero no es suficiente. Hay que incidir sobre las verdaderas causas de la inmigración o de los flujos de refugiados.

En un segundo plano, es esencial abrir cauces legales de inmigración y protección internacional con los países de nuestro entorno, y debemos hacerlo en partenariado real con algunos de estos países, no solo utilizándolos en las tareas más ingratas (vigilancia fronteriza, repatriación, etcétera) sino también en aquellas que les permitan presentarse como socios reales ante sus propias sociedades (visados de residencia y trabajo, etcétera). Aquí el plan vuelve a quedarse corto, pues se limita a mencionar la necesidad de incrementar la colaboración con Túnez, Egipto, Sudán, Malí o Níger, así como de avanzar en el diálogo y la cooperación con la Unión Africana.

Respecto de los que huyen de su país, hay un creciente consenso sobre la necesidad de fórmulas que permitan el acceso de refugiados a través de las fortificadas fronteras de Europa. Hay que ir más allá, asumiendo una política proactiva que vaya allí donde se encuentran los refugiados para facilitar su entrada en la Unión (visado humanitario, procedimientos que creen corredores de asilados, etcétera), y como consecuencia inevitable de lo anterior, que se establezca un mecanismo de distribución intraeuropeo de los refugiados. El plan, a lo máximo que llega es a enunciar la necesidad de que los estados colaboren voluntariamente, y resulta francamente decepcionante respecto del reasentamiento al renunciar a comprometer cifras concretas (y eso que se hablaba de 5.000 cuando ya en el 2011 se reasentaron en la UE 4.325 personas).

Y en un tercer plano, que es el más urgente e inmediato, debe articularse una respuesta europea rápida y dotada de suficientes medios para evitar el drama de los boat people . A estos efectos, el plan marca actuaciones en una doble perspectiva: por un lado, la lucha contra los traficantes mediante acciones coordinadas de los estados y los servicios competentes de la Unión para llevarles ante la justicia (Europol, Frontex, EASO, Eurojust), para lo que será necesaria una intensa colaboración de terceros estados. Por otro lado, triplicando el dinero destinado a las operaciones Poseidón y Tritón, así como ampliando los recursos destinados al salvamento en el mar y otras medidas de colaboración entre estados. Este paso es importante, pues indica que el Consejo Europeo asume que, a pesar del posible efecto llamada de las operaciones de rescate, no caben objeciones al deber de salvar vidas.

En conclusión, los 10 puntos del plan dejan fuera demasiados aspectos relevantes del problema, pero al menos se ha abierto la puerta al necesario debate sobre el tema. Aprovechando esta dinámica, en mayo la Comisión Europea podrá adoptar un posicionamiento estratégico más ambicioso (aunque puede ser cortocircuitada por la hoja de ruta que se marque esta misma semana por la presidencia y el Consejo), y sobre todo, el Parlamento Europeo puede presionar para que los cambios legislativos y las medidas presupuestarias aborden adecuadamente el problema. Veremos.