La Barcelona global... donde ya está Mataró

JOAN SALICRÚ

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Uno de los temas sobre los que los partidos con voluntad de liderar el próximo gobierno municipal de Mataró deberán pronunciarse tarde o temprano -cuando alguien decida que ya es hora de abrir el debate de las ideas, que ya tocaría- es sobre qué papel debe tener la capital del Maresme con su entorno y la ciudad condal.

Durante el presente mandato el alcalde Mora ha intentado promocionar su concepto de Mataró como Puerta Norte de la Gran Barcelona, pero lo cierto es que más allá de la Festa del Cel –que se repetirá a mediados de septiembre- y de la aún tímida apuesta por vincular turísticamente la capital del Maresme con el ‘Cap i casal’, pocas iniciativas han llenado de veras este discurso.

Seguramente esto es así porque la ciudad no se ha planteado nunca el debate de forma seria y profunda. En los años noventa, el alcalde Mas, siempre con ganas de ir dos pasos más allá de lo que tocaba, se desgañitó intentando hacer mella en esta cuestión pero las fuerzas vivas locales, sobre todo del ámbito cultural y festivo, le acabaron crucificando entre otras cosas por ello.

El alcalde Baron, curiosamente con un diálogo más fluido con este sector, pasó de las palabras a los hechos y ejecutó un Tecnocampus que ya es una primera conexión estable de nueva generación entre Mataró y la gran ciudad -gran parte del alumnado viene de Barcelona y el área metropolitana, por ejemplo-.

Un discurso metropolitano que el dirigente socialista completaba con el eje argumental de la red de ciudades de la segunda corona, ensayando entre otras cosas un acercamiento con Granollers que no acabó de prosperar e imaginando un tren orbital que quedó también en un cajón de la Generalitat.

Cuatro años atrás, en 2011, el alcalde Mora, abandonando la tradicional pulsión comarcalista de su formación, comenzó a entonar la “metropolitaneidad” de Mataró. Pero como este es un concepto que las fuerzas vivas locales siguen detestando, no ha querido hacer de ello un ‘casus belli’. El tema está, pues, pendiente: el próximo alcalde deberá plantear definitivamente esta cuestión y decidirse.

Decidir si Mataró pretende ser una ciudad “de comarcas” e intenta ejercer una centralidad al modo de Granollers o Vic con su zona más cercana -que también sería una opción legítima si se planteara seriamente- o si la ciudad se atreve a "saltar la pared" definitivamente e intenta sacar jugo de verdad de la proximidad geográfica con Barcelona. Sabiendo que, en la práctica, como ha dicho el escritor Rafael Vallbona, el Maresme -al menos hasta Mataró- en términos londinenses formaría parte de la Gran Ciudad. En términos globales, por tanto, Mataró es Barcelona, nos guste o no.

Si evita la tentación de caer en su propio agujero negro, Mataró tiene ahora la posibilidad de tejer una nueva, sana y provechosa relación con Barcelona, atendiendo a esta realidad global. Y vender sin ningún tipo de vergüenza a todos aquellos que se acerquen a la capital catalana que, sólo a 30 minutos de Plaça de Catalunya, podrán descubrir elementos dignos de estar en cualquier punto de Barcelona ciudad.

¿Donde verán sino el primer edificio proyectado por el mejor arquitecto catalán de todos los tiempos, el genial Gaudí? ¿Y la colección más importante de Europa de la principal industria catalana durante el siglo XIX y buena parte del XX, el género de punto? ¿Y uno de los ejemplos del Barroco catalán mejor conservados?

Si nos creemos definitivamente que Mataró es Barcelona, la ciudad podrá vender mucho mejor sus activos en este marco... y el resurgimiento económico acabará potenciando la identidad mataronesa, que precisamente es lo que más preocupa a los escépticos con este reposicionamiento estratégico. La cuadratura del círculo, de acuerdo. Pero tiene que ser posible.

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