Tuits sin alma

ROSA MARÍA CARBONELL

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Insultos directos al corazón de quien está sufriendo.

Hace tiempo en un hospital de oncología infantil catalán le oí decir a un sabio médico: “Vivir, esto sí que es peligroso, vivir es un milagro diario”. En un hospital de oncología infantil, donde médicos y familias luchan con todos los medios y todo el amor para salvar a las criaturas, la muerte, bestia sanguinaria, aún consigue entrar y, a veces, no tiene ningún tipo de piedad con ellos. En este hospital catalán, como supongo debe ocurrir o debería ocurrir en otras partes del país, se atiende por igual a todos los niños, sin excepción, provengan de donde provengan, sean de la India, África, China, Pakistán o de cualquier rincón de España. En este hospital se ponen todos los medios humanos y recursos para salvarlos. Aquí, cuando la muerte derrota la vida de un niño, aparece un paisaje roto de desolación en el rostro de todos los que han luchado para salvarlo.

No, no lo entiendo, ¿cómo es posible que ante este injusto dolor, ante la atrocidad que supone la aparición de la muerte inesperada y cruel, no surja la piedad, el amor, la compasión?

En este accidente han muerto bebes, niños, jóvenes, personas, todas llenas de vida y alguien se atreve a aumentar este dolor y a despedazar con sus palabras llenas de odio. El dolor nos hermana o nos tendría que hermanar a todos. Por suerte en la balanza de los tuits y mensajes, son muchos más los de consuelo y aliento que los del odio.

A los que escriben e insultan a los que sufren, les diría a los policías, si los encuentran, que los lleven allí, dónde ahora reside este dolor, que los lleven a contemplar, si lo soportan, el rostro de los que sufren, que miren cara a cara como el dolor se encarama y muerde a niños, abuelos, padres, hermanos, maridos, que oigan sus llantos, que contemplen a estos seres que han perdido a los que amaban.

¿Serán capaces de salir inmunes de tanto sufrimiento? ¿Podrán contemplar como los cuerpos de las madres o los hijos se tambalean y apenas se sostienen?, porqué el dolor, incrustado en todos los poros de su piel, les impide caminar solos.

No lo olvidemos. El dolor de los que sufren es nuestro dolor, este dolor imposible de soportar, “Por doler me duele hasta el aliento” que decía el amado poeta. Este dolor que ha diezmado de forma miserable no solo la vida de los que ya no están, sino la vida de los que quedan, de los que no dejaran nunca de amarlos.

A quienes escriben, con odio, solo les diría que se acerquen, miren, contemplen, este rostro, estas manos, estos cuerpos rotos, sus miradas. Si salen inmunes, sin que les roce una sola lágrima, es que ellos ya están muertos en vida, si por el contrario alguno es capaz de dar la mano y sostener a una madre, a un niño, a un abuelo, quizás habrán empezado a entender que este dolor también es el suyo y que estaban mucho más cerca de lo que pensaban.

Todo el amor y fortaleza para los que sufren. La vida regresará, siempre regresa y algún día, espero cercano, volverán a reconciliarse con ella.