La rueda

Ciudadanos, una operación de Estado

Rivera es un producto de mercadotecnia política perfecto que seduce a los poderes y las élites

ENRIC MARÍN

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Los dos retos políticos que las élites políticas, financieras y mediáticas españolas ven como una amenaza son el soberanismo catalán y Podemos. El movimiento político liderado por Pablo Iglesias ha demostrado un conocimiento eficaz del papel de los medios de comunicación en la era de internet y del audiovisual. También de la obra de teóricos como Gramsci o Laclau. Lo que ha facilitado el rápido tránsito de una estética antisistema en la formulación de un nacionalismo español popular y democrático. Sin embargo -o, quizá por esta razón- los partidos dinásticos y los poderes de Estado ven con recelo e inquietud el partido de Iglesias. Esto explica la unanimidad del acoso político y mediático que Iglesias y los suyos han empezado a sufrir. Pero con esto no es suficiente. También es peciso un cortafuegos político. Y, desecada por sectarismo la opción Rosa Díez, ha emergido con fuerza la figura de Albert RiveraRivera es un producto perfecto de mercadotecnia política. Concebido como un tres en uno: para frenar el soberanismo, para frenar a Podemos y para garantizar la gobernación de los partidos de orden, juntos o por separado. Es cierto que la definición programática del partido de Rivera es tan inconcreta y ligera como la de Podemos. Mejor. Se trata de seducir con intangibles. Con ideas genéricas, estética y emociones. Rivera es un líder de imagen agradable que puede transmitir juventud, renovación, sentido común y moderación. Catalán, pero españolista de pura cepa. ¿Qué más se puede pedir? La campaña de promoción mediática ha sido formidable. Iglesias y Rivera representan dos versiones distintas y renovadas del nacionalismo español. Pero las élites y los poderes de Estado recelan del populismo de Iglesias y viven con complicidad el sentido de Estado de Rivera. Otra cosa es que Rivera pueda frenar el soberanismo.