Los equilibrios de poder en Rusia

Tras el asesinato de Nemtsov

La muerte del líder opositor enfrenta a los dos pilares de Putin: el servicio secreto y el dictador checheno

GEORGINA HIGUERAS

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El asesinato del principal dirigente opositor ruso Borís Nemtsov, el 27 de febrero, ha sacado a la luz, más que la debilidad de la oposición, el resquebrajamiento del poder de Vladímir Putin. Con cinco chechenos encarcelados y en plena investigación sobre el atentado, los rusos, muy dados a la teoría de la conspiración, vivieron con incertidumbre la desaparición de Putin de la escena política entre el 5 y el 16 de marzo. Se hizo evidente que la sucesión en el Kremlin no está garantizada y que ni la Administración ni el país están preparados para la muerte súbita del zar.

La prensa independiente aireó esos días que el asesinato del gran fustigador contra la corrupción del Kremlin y contra la participación rusa en la guerra de Ucrania ha desatado el enfrentamiento entre los dos pilares del poder de Putin: el presidente de Chechenia, Ramzan Kadyrov, y el FSB (Servicio Federal de Seguridad, el antiguo KGB). Los rusos tienen claro que quien les desafía no sobrevive. La sola mención de una lucha entre ambos y con Putin en paradero desconocido encendió las alarmas.

Los supuestos asesinos de Nemtsov no se molestaron en borrar sus huellas, lo que hizo comprender al FSB que se trataba de un comando checheno bajo la protección de Kadyrov. La detención de Zaur Dadáyev, miembro de la unidad de élite de la presidencia chechena, y de sus cuatro colaboradores, indignó a su jefe, que dijo que Dadáyev es «un verdadero patriota, dedicado a Rusia, por la que siempre ha estado dispuesto a dar su vida». Sus palabras pretendían no solo elevar la imagen del reo, que se declaró autor de los disparos aunque luego se retractó, sino dejar en evidencia a los opositores al Kremlin, que Putin califica de «traidores a la nación».

Las sanciones internacionales han debilitado aún más a la dividida oposición y disparado la popularidad de Putin como el líder capaz de defender el país frente a EEUU y Europa. «En Rusia, seguridad tiene un doble significado. Representa tanto la seguridad nacional como la seguridad de la sociedad, y la población combina estos dos conceptos en una sola palabra: Putin», señala el exconsejero presidencial Gleb Pavlovsky para explicar el 80% de apoyo que mantiene el presidente desde que se adueñó de Crimea, hace un año.

Sin embargo, el poder de Putin depende de sus buenas relaciones con los servicios de seguridad y del déspota que controla la región más conflictiva de Rusia. Kadyrov es un brutal autócrata a quien el presidente concedió plenos poderes para gobernar Chechenia a su manera, y sin rendir cuentas, a cambio de apaciguar esa rebelde república caucásica. La emisora Eco de Moscú hizo pública una encuesta en la que preguntaba a su audiencia a quién escogerían en caso de conflicto: al FSB o a Kadyrov. El 59% se decantó por el FSB y solo el 6% expresó su apoyo al virrey checheno.

Pese a que el clima de Rusia se ha enrarecido por la guerra en Ucrania, nadie duda de que el atentado contra Nemtsov, viceprimer ministro en 1998 y el político de más rango muerto en los 15 años de gobierno de Putin, ha sido un crimen por encargo, y el FSB apuntó a Kadyrov. Sin embargo, la decisión de Putin de concederle, como estaba previsto, la Orden de Honor, evidenció que le sigue necesitando para mantener el orden en Chechenia, aunque la impunidad le haga cada día más fuerte hasta amenazar las murallas del Kremlin.

La mano negra de Kadyrov, que cuenta con un ejército de 20.000 leales, está detrás de los crímenes políticos más importantes ocurridos en Rusia en la última década, todos obra de comandos chechenos. Entre ellos el de la periodista Anna Politkóvskaya, asesinada en el 2006, que investigaba las violaciones de los derechos humanos durante la segunda guerra chechena (1999-2009). En el 2008 cayó tiroteado el militar Ruslán Yamadayev, principal rival político de Kadyrov. Ese mismo año otro opositor checheno Umar Usrailov fue asesinado en Viena. La misma suerte corrió en el 2009 Natalia Estemirova, una activista de derechos humanos.

El día que detuvieron a Dadáyev, el presidente checheno señaló en su instagram que Nemtsov había muerto por condenar el ataque terrorista contra la revista francesa Charlie Hebdo. Kadyrov encabezó entonces una marcha en Grozni en defensa de Mahoma. Muchos dudan de que el crimen se deba al islamismo radical y Oleg Orlov, presidente de la organización de derechos humanos Memorial, afirma que este no se habría producido «sin una orden de la cabeza de la República de Chechenia». En cualquier caso, todo apunta a que la investigación, como en crímenes anteriores, se detendrá en quienes disparan por la espalda y no manchará a los que se lo ordenaron. No es de extrañar que Putin haya querido quitarse de en medio unos días para buscar salidas a los problemas cada día más graves que se le acumulan.