Desconexión en marcha

XAVIER GINESTA

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Ahora que la Unión Europea ya ha advertido que quiere "otra MAT", porque la interconexión eléctrica recientemente inaugurada entre Catalunya y Francia no será suficiente, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, presenta un plan para "desconectar" Catalunya respecto del resto de España. Un plan que se sustenta en tres propuestas importantes: el desarrollo de una hacienda propia y la planificación y diseño de la seguridad social catalana; la acción exterior y el despliegue de su ley catalana recientemente aprobada y, finalmente, la elaboración de un sistema de protección y respuesta a instalaciones estratégicas.

En definitiva, que la Generalitat de Catalunya no quiere perder tiempo a la hora de planificar aquellas "estructuras de estado" que deben conducir al país hacia su plena soberanía. El problema de todo esto, sin embargo, es que Catalunya afronta un periodo de grandes turbulencias, in crescendo, donde las placas tectónicas del sistema político están en constante temblor y los terremotos pueden estar a la orden del día. De hecho, ya lo dijo el periodista de investigación Ernesto Ekaizer, en la comisión contra la corrupción y el fraude fiscal del Parlamento de Catalunya, el mismo día que también comparecía el cuñado de Jordi Pujol, el abogado Francesc Cabana. Decía Ekaizer: "El gobierno español lucha contra el proceso soberanista desde el Ministerio del Interior".

La construcción de las catalogadas "estructuras de estado" deberá hacerse en un contexto cambiante, fluctuante, tenebroso y ensuciado; un momento que también vivirá el relevo delante de la ANC, y el paso al lado de una Carme Forcadell que ha sido una de los principales protagonistas de la sociedad civil de este país hasta el momento. Forcadell ha sido una referencia del activismo político. El plan del presidente Mas para desconectar Catalunya del resto de España es necesario para hacer creíble el relato sobre la independencia y no desmovilizar una sociedad civil que ha pasado, en pocos años, del 14% al 50% de independentistas, aproximadamente. Pero, todo el mundo debe ser consciente de que el plan llega, posiblemente, un poco tarde.

En primer lugar, porque muchos independentistas esperaban esta incipiente hoja de ruta mucho antes, sobre todo antes que las direcciones de ERC y CiU se tiraran de los pelos y la desconfianza entre los dos abanderados del proceso (Artur Mas y Oriol Junqueras) se pusiera de manifiesto desde estas Navidades. Porque había muchos independentistas que –utópicamente y con desconocimiento del tactismo que siempre ha caracterizado la política mediterránea– aún soñaban con una lista de país conjunta.

En segundo lugar, el plan llega tarde porque es difícil poder llevarlo a cabo con el tiempo que queda antes de las elecciones del 27S. Un plan de tal magnitud debe hacerse desde inicio de legislatura, sabiendo que el camino no estará lleno de rosas y las turbulencias llegarán. Ciertamente, la complejidad del proceso obliga a pensar que no se ha podido hacer antes. Pero el pragmatismo al que siempre obliga la política nos hace ser escépticos sobre si se podrá cumplir con detalle. Con todo, algunas decisiones derivadas de este draft de hoja de ruta son bastante acertadas: el nombramiento de Amadeu Altafaj como nuevo representante permanente de la Generalitat ante Bruselas es un acierto absoluto. No sólo porque Amadeu es un viejo conocedor de las entrañas comunitarias, sino porque posiblemente ha sido uno de los catalanes más influyentes en la geopolítica europea de los últimos tiempos, mientras ha estado junto al vicepresidente económico Olli Rehn. "El hombre de la prima de riesgo", como lo califiqué en un artículo en El Periódico, es el mejor embajador ante Europa que podía encontrar Mas para afrontar el tramo decisivo de su legislatura.