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Somos ficción

RISTO MEJIDE

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Somos ficción. Tú, yo, aquél y el de más allá. Somos mentira. Bien construida, pero mentira al fin y al cabo. Y no es sólo que no existamos como nos creemos que existimos. Productos de nuestro 'cogito ergo sum'. Accidentes del amor y la causalidad. Es que encima a menudo se nos olvida que somos una trola muy fea con patas y acabaremos todos muertos de realidad.

Somos ficción ya viejuna. Nuestra Historia, eso que nos retrata deformados y nos enseña que es imposible no repetirse, no deja de ser un grupo de datos y hechos cronológicamente ordenados y convertidos en un relato más o menos contrastado que suele tener la manía de buscar varias causas para cada efecto, escrito encima por todos aquellos que sobrevivieron para poder contarlo, con lo cual tampoco cuenta con la opinión y el enfoque de los que en el momento de contarlo ya no están. Es el curriculum abultado de la Humanidad. Y como todo curriculum está lleno de exageraciones, mentiras y omisiones importantísimas sobre las que mejor nadie nos pregunte, porque la podríamos liar parda. Pero si incluso Fukuyama morirá algún día y pasará a ser su propia víctima. No hay mayor ironía que el propio destino. No hay destino más honesto que la sinrazón de la verdad.

Somos ficción social. Nos inventamos dioses para explicar lo que no entendíamos. Nos inventamos idiomas para entendernos entre nosotros. Nos inventamos medidas para poder coincidir en espacio y tiempo. Nos inventamos países para justificar esas distancias. Nos inventamos culturas para tener algo que defender. Nos inventamos patrias para justificar conflictos. Nos inventamos guerras para ganar más. Y nos inventamos el dinero. Y las personas jurídicas. Y las marcas comerciales. Ficciones que nos permiten hablar de cosas que en realidad no existen como si existieran aunque todos sepamos que no existen, pero como hablamos de ellas, ahí están. Y mira si están, que al final incluso hay gente que sí que existe dispuesta a morir por algo que si lo piensas bien, no ha existido jamás.

Así las cosas, no debería extrañarnos que seamos también ficción, sí, pero emocional.

Nos inventamos que nacemos acompañados. Llamamos familia a mucha gente que en el fondo nos da igual. Decimos que encontramos pareja. Que por fin abandonamos la soledad. Hacemos de nuestro hallazgo un relato y lo empezamos a estirar. Hasta que un día se rompe algo y hay que empezar a reescribir la trilogía. Y hacemos un clásico Star Wars. Ahora te explicaré lo que no te conté en su momento y debí contarte, el apasionante mundo de la precuela. Y tal como ocurre con La Guerra de las Galaxias, esa pre-historia suele ser aburrida, de cartón piedra y menos creíble, menos verdad.

A veces las incongruencias matan la coherencia de la trama, así que o bien las olvidamos o acabamos incorporando detalles que hacen que parezca todo de lo más lógico y normal. Nos dejamos por esto y aquello. Hubo ese matiz que lo cambió todo. Estas fueron las causas reales de nuestra ruptura. Estaba claro que lo nuestro no podía durar. Ahora no repetiría los mismos errores. Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir. Si hubiese sabido lo que ahora sé. Conecta los puntos. Analiza tus errores. Fracasa mejor que ayer. Unas veces se gana y otras se aprende.

Mentiras que nos contamos para que todo pueda avanzar. Porque si no ficcionamos lo que sentimos, curiosamente, nos es imposible dar un paso adelante, ni odiar lo que se consigue, ni amar lo que se deja atrás. Va a ser verdad lo que escribe Cercas, que es la realidad la que nos mata, y la ficción la que siempre nos viene a salvar.

Mañana te volverás a enamorar de quien no debes. Mañana la volverás a cagar. Volverás a arruinar ese negocio. Y las oscuras golondrinas, también volverán. Y volverás a sentirte tan estúpido como siempre has sido. Y antes de ponerte a reconocerlo, antes de echarte a ti mismo la culpa, algo que en su momento no viste te tendrás que inventar. Para que todo siga siendo coherente. Para que te puedas seguir mirando al espejo sin reconocer que sigues sin tener ni puñetera idea de nada. Que el tiempo pasa por tu cuerpo dejando de todo, menos lo que tendría que dejar. Conocimiento, sabiduría, experiencia y ganas de volverlo a probar.

Somos ficción. Y curiosamente sólo se otorga un Goya al que cobra dinero -cuando cobra- por dedicarse abiertamente a ello. Sólo te premian por mentir cuando de entrada todo el mundo sabe que no es verdad. Y bien que hacen. Pero echo en falta unos premios a la ficción de la vida cotidiana. Al hay que ver cómo te la metí doblada. Al es verdad, ahí me he vuelto a pasar. Al no, si yo no soy fiel, pero soy muy leal.

En un país que se ha inventado varias veces, estaríamos de premios todas las semanas. En un país podrido de mentiras y mentirosos, esto iba a ser un no parar.