Al contrataque

Entusiasmo suflé

SANDRA BARNEDA

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Todo lo que sube baja. Es pura gravedad, no hay secreto ni postín, aunque la cuestión estriba en la velocidad de la caída. El entusiasmo desmedido parece comprar todos los boletos para descender en una acentuada vertical. Aunque algunos insistan en que la magia no existe, que es pura fantasía, los golpes de efecto poderosos pueden provocar la energía primigenia tan necesaria para cualquier gran gesta.

No puedo negar la contagiosa emoción por el cambio que promulga Tsipras con su victoria en Grecia en la Europa más desunida. El pasado domingo me rondaron míticas frases para la historia: «I have a dream» de Martin Luther King«Give me liberty or give me death» de Patrick Henry, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, o el popular y archiconocido «Yes, we can» de Barack Obama. Son muchas las frases que se han dignificado con un punto y aparte en la historia, que han rebosado páginas y lágrimas de entusiasmo, que han sabido conectar con el pueblo. Todas pronunciadas por líderes incómodos que supieron trasladar los anhelos del pueblo a la escena de poder. Algunos, como Obama, han quedado desdibujados e incluso devorados por el espejismo de lo que tenía que ser y no fue. Insisten en el llamado efecto suflé, que al poco pierde todo su volumen y consistencia y queda reducido a una masa pegajosa nada apetitosa para consumir.

El líder de Syriza y nuevo primer ministro griego habla de recuperar la dignidad de un país y de volver a poner la justicia y la democracia al sol. Grecia se ha subido a la ola de la esperanza, del cambio para dejar atrás la hambruna y la desesperación. Son muchos los griegos que, como la señora Katsulis, están cansados de pasar la noche sobre colchones fríos y que desde el pasado domingo sueñan con un futuro mejor. Las bocas abiertas a la esperanza topan con discursos alentadores del miedo.

Un sistema caduco

¿Miedo al cambio o a nuestra propia luz, como rezaba MandelaTsipras vive en la cresta del entusiasmo, se encuentra en la subida vertical, y quizá termine en breve desinflándose, pero auguro que habrá servido para remover las tripas de un sistema caduco e inmovilista que precisa de revisión. Nada es tan perverso como hacer explotar un globo o una pompa de jabón delante de la embelesada cara de un infante. Queda mucho por recorrer, negociar y moderar en este nuevo camino que algunos han decidido emprender contra la protectora y protegida austeridad. Hay quien no se conforma con recibir las gracias de su presidente a las puertas de su casa y no por ello se apunta a las ruletas rusas del populismo. Todo lo que sube baja. ¡Cierto! Pero tampoco es necesario bajarlo a martillazos. Siempre nos quedará comernos el suflé y esperar a ver qué tal la digestión, ¿no?