Desde 1977

Delincuente y terrorista

Con la reforma del Código Penal habrá que demostrar a diario que se es inocente

LLUCIA RAMIS

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He pensado en ti. ¿Recuerdas cuando Aznar, entonces presidente, vino a la Autònoma hace 16 años? Querías que fuéramos a manifestarnos, pero me quedé en clase. Volviste con un moratón porque la policía os disparó pelotas de goma hasta la Facultad de Letras. No era la primera vez; en la protesta por el desalojo del Cine Princesa te aporrearon en la espalda.

Enseñabas tus lesiones como si fueran heridas de guerra. Eran la prueba y el argumento de que tu actitud -puño alzado, denunciándolo todo- tenía una razón de ser. Nos concentrábamos frente a la comisaría; cuando liberaban a los compañeros, os abrazabais y lloraban. Contaban cosas espeluznantes. Entendía vuestra rabia, pero no la sentía igual. No todo puede ser injusto, no puede ser tan bestia. Nunca pensé que algo habrías hecho, porque eras un trozo de pan y no romperías ni un escaparate. Pero en toda versión hay una parte interesada. Dudaba del sistema. Y aunque menos, de ti también.

Acabamos la carrera, nos perdimos la pista, siguieron pasando cosas. Algunas salieron a la luz, como los casos de Ester Quintana, Juan Andrés Benítez o Alfonso Bayard; se justificaron con el protocolo y sacudieron conciencias. No se trata de quién gobernaba o qué cuerpo policial actuó; Amnistía Internacional insiste en que hay un problema y es persistente. Ciutat morta recuerda que todos somos responsables. Si no de lo que pasó, al menos de lo que siga pasando.

Nunca me reprochasteis que fuera una pija entre okupas ni que cuestionara la vehemencia antisistema. Con la reforma del Código Penal seré delincuente por manifestarme y terrorista cuando mis mensajes se consideren idóneos para incitar a otros. ¿Quién decide qué es idóneo? ¿Qué significa? ¿Lo es este artículo? ¿Dónde está la garantía democrática antes y después de que me detengan? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Nadie presupondrá nuestra inocencia, tendremos que demostrarla a diario. Éramos estudiantes y vuestra afectación rebelde os desacreditaba. No solo teníais razones. Teníais razón.