La rueda

El monumento impasible

FRANCESC ESCRIBANO

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En Tortosa, clavadas en medio del Ebro, se alzan dos puntas de hierro descomunales coronadas por una estrella rutilante y por un águila victoriosa. El monumento en cuestión, que eso es lo que es la cosa, no destaca precisamente por su belleza ni por el consenso existente en torno a lo que representa. Lo inauguró Franco en 1966 para conmemorar su victoria en la batalla del Ebro. Una batalla que resultó determinante para el desenlace de la guerra a favor del bando franquista y que, visto desde Catalunya, se podría considerar, sin exagerar en el paralelismo, como un segundo Onze de Septembre.

El hecho de que, 40 después de la muerte de Franco, se mantenga este monumento en el mismo lugar provoca polémicas. La última, la semana pasada en el pleno municipal. Se debatieron dos propuestas contradictorias en relación al monumento, una de los concejales de Iniciativa que pedía su derribo, y otra de los de Plataforma por Catalunya que imploraba su restauración. Las dos fueron rechazadas y, como siempre ha ocurrido hasta ahora, los unos por los otros, el monumento sigue allí sin que nadie se atreva a tocarlo. De hecho, en todos estos años, las únicas intervenciones se llevaron a cabo en 1986 para eliminar una inscripción dedicada al caudillo y a la cruzada, y en el 2008 para retirar unas placas que hacían referencia a la inauguración y a la victoria franquista.

Partiendo de la base de que las pasiones en torno a la guerra civil han disminuido notablemente y que me indignan mucho más las dos mil fosas comunes que continúan por abrir que los cuatro monumentos que aún hay en pie, creo que lo peor de todo es el silencio. Entiendo que retiraran las placas franquistas, pero no costaría mucho, puestos a no derribar el monumento, que se reservara un espacio para informar de lo que sucedió allí, de lo que hicieron los vencedores y de lo que ocurrió con los vencidos.