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La Voz

RISTO MEJIDE

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Excelentísimos artistas, ilustrísimos amigos, señoras y señores, autoridades... Querido Julio, te estarás preguntando por qué papá te ha traído a este sitio. Qué hacemos aquí rodeados de tanta gente importante. Y sobre todo, cuándo te voy a dar las chuches que te he prometido si te portas bien.

Hoy es un día grande por muchos motivos. Tal día como hoy nació el señor que inventó la máquina de vapor, James Watt, así como escritores y artistas de la talla de Edgar Allan Poe, Paul Cézanne, Janis Joplin, Robert Palmer o Dolly Parton. También hoy algunos países celebran el día del cervecero, otro tipo de artista sin el cual no habrían existido muchos de los primeros. Pero a ti todo eso dudo que aún te importe mucho.

Supongo que en algún momento te preguntarás por qué han elegido a papá para hablar aquí. No sé, eso tendrías que preguntárselo a ellos, pero sólo espero que no sea porque piensan que soy un experto, ni en ópera ni en ninguna otra cosa, o alguien que vaya a arrastrar multitudes, más que nada porque a mí no se me sigue, a mí más bien se me persigue.

Da igual. Ya no hay tiempo de encontrarme sustituto. Además, si estamos aquí, no es por nada de todo eso. Si estamos aquí es para celebrar la quincuagésimo segunda edición del Concurso Internacional de Canto Francesc Viñas. O dicho de otro modo, si estamos aquí es para celebrar, durante más de medio siglo, el triunfo de La Voz.

Para los de tu generación, seguramente, La Voz no pase de ser el último concurso televisivo antes de que Melendi se hiciera la permanente. Puro divertimento. Entretenimiento para el prime-time. Pero La Voz es mucho más que eso. Mucho más.

Curiosamente, La Voz es lo único que no nos ha llegado de la mayoría de los personajes que han construido nuestra manera de ver el mundo. Nos han llegado sus vidas, sus pensamientos, sus conquistas, hasta sus devaneos amorosos y más personales. Pero nadie sabe cómo era la voz de Jesucristo. O la de Buda. O la de Aristóteles. O la de Leonardo da Vinci. Y no sé por qué, pero no me imagino al sanguinario Atila, rey de los hunos, conocido en Occidente como El Azote de Dios, con voz de pito. O al general Aníbal Barca cruzando los Alpes a lomos de sus fornidos elefantes, para matar romanos con su voz dulce y aterciopelada.

La voz es muy importante. Es tan importante, que es lo primero que te llegó a ti antes incluso de que llegaras tú. Cuando eras todavía algo que crecía dentro de mamá, lo primero que fuiste capaz de reconocer fue la voz… de papá. Que conste que no me apunto el tanto yo, lo dice un tal Tomás de Andrés, del departamento de Psicología del desarrollo y de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid, y cito: «El tono más grave de la voz del hombre es capaz de atravesar la barrera placentaria y llegar hasta el feto. Por este motivo, al nacer, el bebé distingue con más facilidad la voz de su padre que la de su madre». Es el único momento en el que nos adelantamos a ellas. A partir de ahí, vamos siempre por detrás.

Ya irás descubriendo que a tu padre, como a cualquier publicista, le gustan mucho los aforismos, porque es una buena forma de parapetarse tras el pensamiento de otro que normalmente sabe mucho más que tú. Por eso, no paré hasta que encontré otra sorprendente cita al respecto: «Las mujeres no quieren escuchar lo que piensas. Las mujeres quieren escuchar lo que ellas piensan… con una voz más grave». Pero claro, después supe que era de Bill Cosby y lo entendí todo, decidí que quizás era mejor no utilizarla en estos momentos y menos aún en este pregón.

A lo que iba. La voz. La voz es también eso que estrenaste el día que naciste. Es nuestra primera demostración de vida, nuestro primer canto a la libertad. Berreamos para hacernos un lugar en el mundo. Anunciamos nuestra llegada con lo más propio que tenemos. Inhalamos la primera gota de oxígeno que entra en nuestros pulmones y la transformamos en poderosa llamada de atención. Es nuestro primer espot publicitario. Nuestra primera inspiración. Nuestro primer mensaje comercial.

Y digo comercial, porque a partir de ese momento descubrimos enseguida el mecanismo acción-reacción. O como decimos en márketing, problema-solución. Que quien no llora no mama. Y que el que algo quiere, algo le cuesta. Es nuestra primera herramienta, nuestro canal generalista de comunicación con el mundo. Existen apps de móvil que aseguran que son capaces de traducir el llanto de un bebé. Pero que no te engañen, NADA como la mirada atenta de una madre. Y como mirada suplente de segunda B, la de un padre.

Bueno, pues a partir de ahí, todo es evolucionar. Que es lo mismo que decir que a partir de ahí todo se complica.

Porque pronto verás que la voz no se queda en una simple vibración de las cuerdas vocales inferiores. En algún momento, la voz te empezará a cambiar. Y no sólo en ámbito. No sólo en afinación. Sino también en colocación.

Pronto descubrirás una voz interior. Es una voz callada. Sigilosa. Susurrante. Aparentemente inocua. Pero fundamental. Es la voz que aparecerá cuando no estés haciendo lo correcto. Es la voz que te dará consejos sin pedirte nada a cambio. Sin motivo aparente. Por eso has de escucharla. Porque te lo dice por tu propio interés. Por eso, y porque es la única voz que te hará triunfar de verdad. El éxito consiste en aprender cuándo hacerle caso y cuándo no.

Algunos la llaman conciencia. Otros, intuición. El señor que diseñó la tablet con la que tú juegas dijo una vez: «Jamás dejes que el ruido de los demás apague tu voz interior. Y lo más importante, ten el coraje de seguir tu corazón y tu instinto». Otro genio llamado Vincent Van Gogh mantuvo toda su vida una competición con ella: «Si escuchas una voz dentro de ti que dice 'no sabes pintar', entonces debes pintar por todos los medios, y verás como esa voz acaba siendo silenciada». Pero fíjate, ya sea para seguirla, como para acallarla, jamás dejes de tenerla en cuenta. Jamás.

Esa voz es un ser vivo. Y como todos los seres vivos, necesita alimentación. ¿Que de qué se alimenta? Pues de otras voces. Por eso has de nutrirla bien, procurarle una dieta equilibrada. Que se enriquezca bien. De las voces de un lado y de las del otro. De los que están en contra y de los que están a favor. De los de aquí y de los de allá. De las mezzos y de los tenores. De los muertos y de los vivos. De los que hablan tu idioma y de los que no. Porque sólo así crecerá tu voz sana y fuerte. Y porque quien conoce una versión, en realidad no conoce ni media.

Cuando lleves unos años en el mundo, quizás más de los que desees, empezarás a descubrir tu voz propia. Y ojo que ésta no tiene nada que ver con la que te sale de la laringe. Con ésta no se nace. Con ésta se lucha. Se influye. Se cambian las cosas. O se intentan cambiar. Por eso hace falta cierto tiempo sobre el planeta. Para ver lo que funciona y lo que no. Para ganarse el respeto ajeno, que no es otra cosa que el turno de palabra vital. Y para darse cuenta de que la única forma de ganarse la herencia recibida de manos de las generaciones pasadas es mejorar la que se entrega a las futuras.

Lo notarás enseguida, será cuando te llamen idealista, utópico o incluso traidor. «Prefiero quedarme sin estado que sin voz», dijo un tal Edward Snowden. Y ahí está. Tú tira, no hagas ni caso, sigue adelante, lo cual no significa que no escuches. Como dijo desde este mismo atril Eduardo Mendoza, se hace difícil dar un pregón de este tipo sin citar a Shakespeare, y si él no fue una excepción, yo no me voy a atrever a serlo: «Préstale a todo hombre tu oído, pero a muy pocos tu voz». Fin de la cita.

Fíjate lo que dice Shakespeare. O más bien, lo que yo interpreto. Primero, que para tener buena voz hay que tener buen oído. Que para poder hablar, antes hay que saber escuchar. Y después, que hay que prestar a muy pocos tu voz. Es probable que la vida te dé alguna oportunidad para prestarla a los que no la tienen. Aprovéchala bien. Lamentablemente la voz no se le otorga siempre a quien más la merece, y si no, mira la Gran Bola que le hemos dado a un Pequeño Nicolás. Si consigues llegar a tener voz propia, la gente te reconocerá aunque jamás te haya escuchado antes. Es lo que les pasa a las grandes marcas, a las grandes personalidades o a los grandes artistas. Que son reconocibles incluso en temas inéditos. Porque tienen una voz única e inconfundible. Porque nos parece que eso que estamos escuchando ya sólo lo podrían expresar ellos de esa manera.

Això és exactament el què li passava a la gran mezzosoprano Elena Obraztsova, guanyadora del primer gran premi del Concurs Viñas el 1970, i que malauradament ens ha deixat aquesta setmana, una pèrdua irreparable per a la seva estimada Barcelona, per tot el món operístic i per l'art en majúscules i en general.

Eso es justo lo que te ocurrirá si lo haces MUY bien. Que por mucho que tú te vayas, tu voz se quedará para siempre.

Desde luego que no todo será tan fantástico. Tener voz te traerá sus problemas. Si tu voz se vuelve lo suficientemente influyente, habrá gente que la hará propia. Con la responsabilidad que eso conlleva. Y si no llega a ser importante, da igual, porque habrá gente que, con mala intención o sin ella, te intentará secuestrar la voz. Hacerte decir algo que tú no has dicho. Hacerte luchar como alguien que no eres tú.

No te preocupes si por el camino haces enemigos. Preocúpate si crees que no los tienes. Porque eso significará que tú no los conoces a ellos, pero ellos a ti sí. Hubo un señor que por cierto cantaba tan bien que le pusimos el sobrenombre de La Voz, que dijo que para tener éxito hay que tener amigos, pero para tener MUCHO éxito hay que tener enemigos.

Y hablando de enemigos. Estamos viviendo tiempos difíciles para alzar la voz. A pocos kilómetros de aquí, un grupo de salvajes creen que pueden silenciarnos atentando contra nuestras libertades. Y no se dan cuenta de que la voz de un pueblo es mucho más poderosa que la voz de cualquiera de sus individuos. Que el miedo no nos mata, sino que nos hace más fuertes. Que podrán asesinar a decenas, cientos, miles de civiles, pero jamás podrán matar la civilización. Una civilización que hoy cierra filas tras un simple lápiz y la sacrosanta libertad del individuo para utilizarlo con el único límite que su talento imponga.

Para terminar, tampoco te fíes del que utilice su voz para decirte siempre lo que esperabas oír. «El político con más éxito será el que diga lo que la gente piensa, que lo diga más a menudo y que lo diga con la voz más chillona». Esto lo dijo justamente un político, se llamaba Theodore Roosevelt y, hombre, mal no le fue. Y aunque lo dijera ahora hace más de un siglo, me temo que cada vez es más vigente en nuestro país. Mira si es vigente, que ese señor también fue famoso por luchar por la independencia de Cuba y por tratar de acabar con la corrupción.

Todo esto para que entiendas la importancia de lo que se celebra hoy aquí. No se trata sólo de congregar en espacio y tiempo a las 607 voces líricas y dramáticas más prometedoras sobre la faz de la tierra. No se trata sólo de traerlas desde sus más de 60 países, configurando así la edición más internacional en la historia de este concurso.

Se trata de celebrar todo aquello que nos hace seres humanos. La belleza de sus voces nos recuerda que, aparte de equivocarnos, aparte ser capaces hasta de ignorar nuestra propia naturaleza, y aparte de decirle y hacerle barbaridades a nuestro prójimo, también somos capaces de cosas maravillosas. La belleza de estas voces nos recuerdan que podemos mejorarnos a nosotros mismos, que todavía existe esperanza, que en el fondo, muy en el fondo, aún tenemos remedio. Eso sí, con esfuerzo, dedicación y sacrificio, dominando lo difícil para que parezca fácil, que es la condición sine qua non para que todo parezca bello.

Somos lo que hacemos con nuestra voz. Somos lo que hacemos de ella. Y sobre todo, lo que ella acaba diciendo de nosotros.

Francisco Araiza, Enedina Lloris, Vicente Sardinero, Anna Riera, Helga Müller Molinari, Dalmau González, Aquiles Machado, Elena Obraztsova y tantos y tantos otros, así como los nuevos talentos que salgan de la presente edición.

Escucha sus voces cada vez que te entren las dudas. Escúchalas hoy mientras te comas las chuches. Y no dejes de escucharlas jamás. Ellas te reconciliarán con lo que realmente eres.

Una bella voz con infinitas cosas bellas por decir. Un bello ser humano con infinitas cosas bellas por hacer.