Análisis

Gasolina para el consumo

JOSÉ ANTONIO BUENO

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La teoría económica dice que la deflación, es decir, un descenso sostenido de precios es mala. Aunque el IPC del 2014 es, por primera vez en la historia, negativo, no es un mal dato porque viene acompañado de crecimiento de la economía. Crecer al 2% mientras caen el 1% los precios es objetivamente bueno.

Sabido es que una de las palancas de la salida de la crisis ha sido la devaluación interna, es decir, hacer que el ciudadano medio sea más pobre para lograr una mayor competitividad. Y hay que reconocer que se ha conseguido: nuestros políticos, de aquí y de allí, nos han hecho más pobres, ¡Felicidades!. En mitad de la crisis no hubo deflación, de la mala, solo porque subió el IVA pero sin esa ayuda probablemente en el 2011 o el 2012 hubiésemos tenido ya IPC negativo. Y ahora que la economía repunta llegan dos ayudas inesperadas: la caída de los precios de las materias primas, en especial el petróleo, y una leve relajación de la presión fiscal. Si no lo hacemos rematadamente mal distrayéndonos de lo esencial, la combinación de esos efectos debe ayudar a salir de la crisis real de una vez por todas.

El peligro de la deflación es que suele ir acompañada de una contracción del consumo porque el consumidor espera que los precios bajen. No creo que a día de hoy haya muchas personas que no compren algo con esa esperanza pues el gran batacazo en precios se lo está llevando el petróleo y, además, diga lo que diga la estadística no hay sensación de derrumbe de precios. Ojalá esta caída del precio de los combustibles la veamos reflejada al llenar el depósito del coche o al calentar el hogar.

Recuperar el pulso

La calderilla de más que tendremos en el bolsillo a partir de la nómina de enero y cuando llenemos el depósito del coche no nos hará ricos ni comenzaremos a ahorrar para comprarnos una mansión, pero puede que incentiven algo el consumo sobre todo porque la sensación de crisis generalizada poco a poco se diluye. No hay que ser optimistas ni lanzar las campanas al vuelo, y menos con tanto paro, tantas ayudas negadas y tantos recortes en lo esencial, pero al menos poco a poco recuperaremos el pulso del consumo, lo que mejorará la ocupación y la recaudación por el IVA que, ojalá, sirva para suavizar los recortes en sanidad, dependencia y educación y, después, incluso para bajar la presión fiscal.

La novedad de tener una inflación negativa es auténtica pero su impacto, más allá de los titulares de estos días, va a ser limitado, tanto como los bancos de inversión y los jeques quieran porque son ellos los que mueven el precio del petróleo, mucho más que el incremento o decremento del consumo o la aparición de nuevas fuentes de hidrocarburos como el gas pizarra. En cualquier caso aprovechemos esta coyuntura y vayámonos de rebajas, (si tenemos la fortuna de entender la regulación de los horarios comerciales en Barcelona), al cine o de tapas ya que con lo que ahorremos no creo que nos podamos ir a cenar. Pero… ¡menos da una piedra!

Consultor.