Análisis

¿Venganza o ultraje?

JORDI MORERAS

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Hay un elemento que no puede pasar desapercibido en las reacciones de condena del atentado de París: por primera vez, las más significativas representaciones de las comunidades musulmanas en Europa han mostrado un rechazo unánime de unos asesinatos, negando que sus autores lo hicieran en nombre del islam. Negándoles, incluso, la consideración de musulmanes. ¿Qué es lo que diferencia estas reacciones de otras anteriores? Pues el hecho de que este pronunciamiento se produce en un momento especialmente delicado para estas comunidades integradas en Europa, que ven con impotencia que el radicalismo corroe sus estructuras internas.

El envite formulado por el Estado Islámico, mucho más potente y concreto que la utopía del panyihadismo global que prometía Al Qaeda, está produciendo una sangría de jóvenes, y no tan jóvenes, dispuestos a participar activamente en la reinstauración del califato. Las aún débiles estructuras de las comunidades musulmanas europeas pueden hacer muy poco para detenerla, ni siquiera desde el punto de vista doctrinal. La idea de la configuración de un islam europeo, abierto, tolerante y ciudadano aún queda lejos, pues todavía no ha superado la precariedad de liderazgos, recursos y discursos para actuar de forma sustantiva en la esfera pública. Hasta ahora, las voces musulmanas (curiosamente, casi siempre masculinas) solo se escuchan para responder a situaciones trágicas como la actual.

En la batalla doctrinal, y en la apropiación de quien puede hablar verdaderamente en nombre del islam, las comunidades musulmanas en Europa también se encuentran desbancadas por los mensajes rupturistas elaborados desde la galaxia ultrasalafista, que fustiga permanentemente a los musulmanes europeos por vivir entre incrédulos, o los considera hipócritas por aceptar que el islam sea ridiculizado por Occidente. Algunos de estos mensajes, catapultados a través de las redes sociales, han pretendido justificar la acción terrorista contra la redacción de Charlie Hebdo asegurando que los periodistas asesinados no eran inocentes porque repetidamente habían ofendido la figura de Mahoma. Eran culpables, era necesario vengar al Profeta, dijeron los autores del atentado. Y con ello han querido cumplir una amenaza que nadie antes se atrevió a ejecutar, esperando encontrar una cierta comprensión por parte de las comunidades musulmanas europeas. Nadie hoy en día, ni siquiera las propias representaciones de esas comunidades, es capaz de calcular el efecto de este desafío.

No hay ninguna ofensa que pueda ser lavada con sangre. Pienso que es eso lo que han querido decir los numerosos comunicados de repulsa firmados por las organizaciones musulmanas europeas. Nadie se ha atrevido, sin embargo, a hablar de ultraje hacia el islam. De un ultraje que no proviene del odio islamófobo (que ni hemos de alimentar ni banalizar, especialmente en estos momentos) sino del insaciable agujero negro que representa el yihadismo.