La evolución de las técnicas de investigación

Tirando de las hemerotecas

En la era de la digitalización nada queda en el olvido como se demostrará en las próximas campañas electorales

IAN GIBSON

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He pasado más de medio siglo hurgando y buceando en ellas: aquí, en Inglaterra, en Cuba, en Francia, en EEUU. Han sido miles y miles de horas, las más infaliblemente emocionantes que he conocido. Y ello porque la investigación biográfica tiene eso, un fuerte componente detectivesco, y hasta diría cinegético, con sus decepciones, sus momentos muertos, los nuevos materiales que van aflorando y sus tremendas excitaciones a la hora del hallazgo. Se trata de perseguir, cueste lo que cueste, durante el tiempo que haga falta, un dato o información tan escurridizo como esencial para entender mejor al biografiado. Cuando por fin uno da con la presa -y muchas veces el intento se frustra- la excitación puede alcanzar cotas casi orgásmicas.

Un solo ejemplo. Yo sabía que el abuelo de Salvador Dalí se había suicidado en plena Barcelona, en un acceso de locura, arrojándose a un patio interior de una casa de la Rambla. Calculaba que ocurrió el triste acontecimiento a mediados de la década de los ochenta del siglo XIX, pero más pistas no había o por lo menos no las tenía yo. Imaginaba que algo habría salido sobre el caso en la prensa. Pero, ¿por dónde empezar? Por suerte la Hemeroteca Municipal de Madrid albergaba una colección completa del Diario de Barcelona, que resultó ser de formato pequeño y bastante manejable. Decidí iniciar la búsqueda en 1883 y proceder metódicamente, página por página, semana por semana, mes por mes. No encontré nada en 1883, nada en 1884, nada en 1885. Crecía mi desesperación, el tiempo invertido era ya considerable. Casi decidido a tirar la toalla, resolví seguir un año más. Y un día, al entrar en abril de 1886 (eran los tiempos de la febre d'or bursátil), encontré de repente la evidencia buscada: una esquela anunciando la repentina muerte en Barcelona de Galo Dalí Viñas a la edad de 37 años. Con la fecha en la mano, encontrar más datos en la prensa fue cuestión de minutos. Se ocultaba en los reportajes del suceso -alguna presión debió de haber- el nombre del «infeliz demente» que durante días había perturbado la paz de sus vecinos hasta que, gritando que le perseguían, se saliera con la suya. Y, por lo que le tocaba a la familia del finado, se impuso el silencio más absoluto al respecto, como si el abuelo Galo se hubiera muerto en la cama.

El pintor solo se enteraría a los 26 años o así de la verdad del caso, y con el terror subsiguiente, pues ya sospechaba haber heredado una tendencia paranoica. Ahora tenía la prueba contundente. Que sepamos, nunca le reveló a sus mejores amigos, entre ellos Lorca y Buñuel, con la posible excepción de Gala- el terrible hecho, que oculta además, pese al título, en su Vida secreta.

Hoy, con la digitalización, me habría sido fácil encontrar bastante de prisa lo que buscaba. Se trata de una revolución total. Un amigo mío, que vive en Málaga -pero que igual podría estar en cualquier punto del globo- está revisando, en su pantalla, todas las referencias a Pablo Picasso aparecidas en la prensa española de la preguerra. Antes la tarea habría resultado prácticamente imposible; hubiera requerido cinco años o más de inmersión en las hemerotecas de Madrid y Barcelona además de las de provincias; y costado muchísimo dinero. Pero hoy casi todo se resuelve quedándose en casa y manejando unas teclas. Resulta inconcebible que sea así. No es cuestión, empero, solo de ventajas. Si gana en rapidez y eficacia la investigación, se reduce, en contra, y de manera drástica, el enriquecedor contacto humano que antes conllevaban tales pesquisas: conversaciones en el café de al lado, intercambio con el personal de los centros, inesperadas amistades con otros indagadores...

Motiva estas reflexiones el uso eficacísimo que, a lo largo del finalizado 2014, han hecho El intermedioLa Sexta Noche y Salvados, no ya tanto de las hemerotecas periodísticas como de las audiovisuales, facilitando para millones de televidentes la recuperación de las bobadas y mentiras proferidas en tal o cual momento por el político o el corrupto de turno.

En la era de la informática no se olvida casi nada, queda registrado casi todo. Y el peligro de que alguien tire de la hemeroteca y te recuerde exactamente lo que has dicho en tal o cual comparecencia, y con qué ademanes, es constante. Los espacios mencionados han hecho una inmensa contribución a la salud pública del país, quizá sobre todo el del impagable Gran Wyoming, pues no hay nada como la sátira para que los errores se enmienden.

Todo indica que las hemerotecas van a desempeñar un papel fundamental en las apasionantes campañas electorales que en este año se nos vienen encima. Anticipo que las vamos a disfrutar a tope. Feliz 2015.