La clave

Cuidado con el rastro digital

JUANCHO DUMALL

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EL PERIÓDICO abría su edición en papel de ayer, domingo, con una información inquietante: «El rastro digital condiciona la selección de personal». Lo que quiere decir que un aspirante a un puesto de trabajo puede fracasar por un selfi gamberro colgado en Facebook, un chiste homófobo soltado en Twitter, una falta de ortografía en Linkedin o un comentario políticamente incorrecto en un blog. El viejo mito orwelliano del Gran Hermano que nos vigila y todo lo ve se ha hecho realidad merced al desarrollo de las redes sociales en un campo especialmente sensible, el de la intermediación en el mercado de trabajo.

En la citada noticia se hace referencia a una encuesta de la empresa de trabajo temporal Adecco según la cual un tercio de los responsables de seleccionar personal en las empresas han descartado a potenciales candidatos por informaciones, fotos o textos extraídos de su perfil en las redes. Un currículum inmaculado, adornado por masters, dominio de idiomas y experiencias profesionales variadas puede pincharse por un día en que alguien se sintió graciosillo, expansivo o provocador y dejó una huella imborrable en internet. Es para echarse a temblar.

Usuarios jóvenes

Los estudios señalan que son los usuarios más jóvenes de las redes los más expuestos a las indeseables consecuencias de un uso poco cuidadoso de esas herramientas tecnológicas. Si hasta ahora se enseñaba a los estudiantes universitarios a redactar un historial académico y profesional de la forma más concisa y convincente posible, ahora habrá que educarlos para que sean asépticos en sus chats y que sus comentarios ideológicos on line sumen cero, es decir, que no contengan nada que en un futuro pueda mosquear a un sagaz seleccionador de un departamento de recursos humanos.

Las redes sociales son un instrumento poderosísimo de interacción y, por tanto, un gran vehículo para casar ofertas y demandas de trabajo. Pero como todas las nuevas tecnologías, tienen sus puntos oscuros. Uno de ellos, más allá de la falta de privacidad, es que llevamos a cuestas todo un historial que nos hace falsamente transparentes a los ojos del Gran Hermano.