palabrería

Amabilidad

PAU ARENÓS

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PRESIDENTE. MariaNO.

RETENER. Aunque disimule, Mariano da por perdida Catalunya porque su objetivo es retener España.

SPAM. Querríamos relajarnos en un 'spa' y nos ahogamos por el 'spam'.

AMABILIDAD. Cuando entro y salgo de un taxi saludo (primero) y me despido (después). “Buenas, ¿sería tan amable de llevarme a tal sitio?”. “Gracias, adiós y que pase usted una buena tarde”. Exagero a propósito. El chófer siempre se sorprende. Está acostumbrado a los rebuznos. ¿Qué ha pasado con la amabilidad? ¿En qué habitación a oscuras la hemos olvidado?

CORTESÍA. Amabilidad, urbanidad, cortesía. Son palabras que perdimos en las mudanzas.

INMUNDICIA. Aunque lo importante son los gestos. Si en la educación no hay verdad y sinceridad solo es un perfume que oculta la inmundicia. Es ir diciendo 'je suis désolé' mientras te abres paso a codazos.

ÑOÑO. ¿Es posible volver a ser afable, ceder el asiento en el tren a una embarazada, ayudar a un anciano con la bolsa de la compra, ser solícito con los desconocidos? Escribo esto, lo releo y me parece antiguo y ñoño y, a la vez, necesario. Sí, un poco más de amabilidad amansaría esta selva.

EXPENDEDOR. Vivo cerca de una placita triste, es pequeña, los niños no juegan, es territorio perruno. Me fijo en los dueños de los chuchos: recogen con bolsas rosas los residuos de los animales. Y, pese a la pulcritud de esas personas, siempre, siempre, hay mierda en la arena, en la acera. ¿A qué hora llegan los expendedores de excrementos? Unos pocos manchan a todos. Deberían ser los buenos paseadores los que acorralasen a esos facinerosos de la defecación.

DEPORTIVIDAD. Lo peor del deporte escolar son los padres. Sentado en la grada de un polideportivo, y por amor paternal, veo un partido de balonmano de infantiles. A unos metros, los progenitores del equipo contrario. Hay un hombre muy enfadado, grita, levanta los brazos, altera ese domingo familiar, blando, otoñal, cálido, con maneras de fanático. ¿Qué espera de su hija? Y su hija, ¿qué espera de él? Amabilidad, sí, y deportividad.

TRASTABILLAR. En la calle, un hombre tropieza, trastabilla, está a punto de caer. Recuperado, sin mirar a nadie, sigue el camino como si no hubiera pasado nada, intentando mantener la dignidad.

PERDER. Durante el juego, una niña del equipo contrario se comporta de forma ofensiva. En lugar de entregar el balón a las rivales, lo lanza lejos. A la tercera vez, el árbitro la expulsa unos minutos. Sonríe burlona. En el banquillo, llora. El entrenador y sus padres deberían avergonzarse. ¿Qué le enseñan? ¿Jibarizamos deseos y frustraciones en los hijos? ¿El mensaje es ganar por encima de todo? Los padres queremos que los hijos sean dignos perdedores. O ganadores.