El factor internacional

JORDI SOLÉ

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Uno de los argumentos que más se utilizan estos días para justificar la necesidad de la 'lista de país' propuesta por el presidente Artur Mas en la conferencia del Fòrum es que la comunidad internacional, por un aval posterior y decisivo a nuestro proceso de independencia, necesita poder entender e interpretar claramente los resultados de las próximas elecciones, y que esta interpretación sería mucho más automática si los partidarios de la independencia sumaran esfuerzos alrededor de una única lista electoral.

Es cierto que la comunidad internacional, ante un proceso de independencia que, entre los gobiernos extranjeros, incomoda más que entusiasma, nos reclama claridad. Así lo hemos constatado en la multitud de contactos que desde ERC hemos mantenido los últimos tiempos con representantes de gobiernos y fuerzas políticas de otros países. Pero la claridad que acertadamente pide la comunidad internacional no está en la unidad electoral de las diferentes propuestas independentistas, sino en otros dos aspectos.

En primer lugar, claridad en el mandato democrático. Necesitamos un mandato claro de la gente que, junto a las múltiples y contundentes negativas provenientes del estado a todo lo que proponemos desde Catalunya en relación con nuestro futuro político, legitime definitivamente las instituciones políticas catalanas para culminar el proceso de independencia. La claridad de este mandato, que sólo puede ser dado por el pueblo de Catalunya a través de las urnas que tanto asustan al gobierno español, dependerá de la suma final de diputados y diputadas que, en la próxima legislatura, estén dispuestos a preparar, proclamar y ejercer la independencia, no de si provienen de una sola lista o de muchas, o de si quedan alineados en uno o más grupos parlamentarios. La claridad del mandato no necesariamente se juega en la suma previa, sino en la suma posterior a las elecciones. Y en la comunidad internacional todo el mundo sabe sumar.

De hecho tenemos precedentes de procesos de independencia capitalizados esencialmente por un solo partido o movimiento, como en Quebec Escocia, que hasta ahora no han tenido éxito en su objetivo final. Y al mismo tiempo encontramos procesos exitosos, impulsados desde la diversidad ideológica y electoral, como los de KosovoLituania Estonia. Incluso el caso que algunos ponen como inspirador de la propuesta del presidente Mas, el de las elecciones en Eslovenia previas a la independencia, es matizable, dado que la lista Demos (de centro-derecha) no era la única lista donde había independentistas.

En segundo lugar la claridad que exige la comunidad internacional está en el mensaje y aquí, ciertamente, el gobierno necesita mejorar. La comunidad internacional debe entender qué es lo que quiere nuestro país, y como lo quiere hacer, pero aquí es condición necesaria que el mensajero, entiéndase el gobierno, hable claro y se explique bien. Ahora que cerramos la etapa política en la que hemos intentado ejercer nuestro derecho a decidir y empezamos la fase decisiva de la independencia efectiva, ya no valdrá dirigirse a la comunidad internacional explicándoles que lo que queremos es ejercer nuestro derecho a decidir, una reivindicación que, fuera de nuestro contexto, suena excesivamente vago. Quedará mucho más claro que, si una mayoría democrática nos avala, lo expliquemos así: queremos la independencia y ser un estado miembro de la comunidad internacional. Esto se entiende en todas partes.

La claridad que necesitamos trasladar a la comunidad internacional no se encuentra necesariamente en la unidad electoral previa, sino en el mandato, entendido como suma de votos y escaños independentistas, y en el mensaje.