El radar

Eso de 'independencia y luego ya veremos'

A Mas y Junqueras no les queda otra que pactar. Y rápido, que estamos aquí fuera esperando

Josep Saurí

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Artur Mas y Oriol Junqueras están de acuerdo al menos en dos cosas: en que no están de acuerdo y en que no les queda otra que ponerse de acuerdo. Tras la solemne puesta en escena de sus diferencias, toca tratar de reconducirlas entre bambalinas. Y rápido, que estamos ahí fuera esperando. No será fácil, no solo porque la situación es endiabladamente compleja y las posturas están muy alejadas, sino porque además no se vislumbra un punto medio en el que confluir. O hay elecciones anticipadas o no las hay, o se presentan juntos o por separado. No hay vuelta de hoja de ruta, parece. Aunque la habilidad del president para sacar conejos de la chistera cuando más apurado se le supone está fuera de toda duda. «Si algo no podemos criticar de Mas es su capacidad para la ingeniería política», escribía Xavi Márquez (Barcelona).

Así las cosas, en Entre Todos no han faltado en estos días cartas de apoyo a las tesis del president. «Una lista sin programas de partidos, con un punto único, si gana, no da lugar a especulaciones», apuntaba Fernando Baras (Terrassa). «Por una vez, habría que olvidar la terquedad con la que algunos ven las cosas, abrir bien los ojos y ver que nos encontramos en un momento histórico; bajarse del burro ideológico al que hemos estado sometidos meses, años, décadas», sugería Albert Martos desde Essen (Alemania). Sin embargo, los críticos han sido mayoría.

Desde Cornellà, José Ruz reprochaba a Mas «estar pensando más en él y en CiU que en Catalunya». Pero para reproche, la enmienda a la totalidad de Josep M. Carbó (Barcelona): «En un momento en que a la casta que ha gobernado Catalunya casi 30 años se le abren las costuras de la corrupción, Artur Mas es el rey del travestismo. Para salvarse él y su partido, resulta que él ha caído del cielo para salvarnos y los partidos (los otros, claro) son unos egoístas que deben sumarse a sus propuestas. Mientras, se siguen creando consorcios sanitarios que aumentan la opacidad de este servicio público y se mantienen las subvenciones a las escuelas del Opus Dei».

Porque a quienes menos entusiasma una lista única y desideologizada es a aquellos que apuestan por la independencia como una oportunidad de regeneración democrática: «He participado en las últimas manifestaciones por la independencia, pero no para dar un cheque en blanco a listas en cuyo programa no haya también contenido social», escribía Joaquín Simón (Bellaterra). «Soy el primer interesado en lograr un mejor futuro para Catalunya, pero precisamente por eso no me vale lo de 'primero la independencia y luego ya veremos'», coincidía Fernando Burgos (Barcelona). Y también Andrea Portis (Barcelona): «Yo quiero la independencia, pero sin dejar de hablar ni un solo minuto de los problemas, la miseria, el hambre de la gente, las consecuencias de los recortes de Mas y su Gobierno. Quiero hablar de Jordi Pujol y su familia, mucho, todos los días si es necesario». Por no hablar de las voces no independentistas, como Alys Samson (Barcelona): «Llevamos años hablando de territorio sin hablar de su gente».

Con todo, y una vez más, nadie se ha llevado en estos días más palos que Mariano Rajoy con su decepcionante visita a Barcelona. Rafael Segura (Viladecans) lamentaba que el presidente del Gobierno no hubiera aportado «nada nuevo» y veía ofensivo que presumiera del apoyo financiero a la Generalitat «con un dinero previamente aportado por los catalanes» y que luego hay que devolver con intereses. Y a David Morado (Sentmenat) lo que le ofendió fue la acusación de Rajoy a Mas de no gobernar para «la mayoría de los catalanes: «¿Cuánto tiempo hace que dejó de hacerlo usted?».