El presupuesto y la (buena) política

ROCÍO MARTÍNEZ-SAMPERE

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De todas las cosas que se pueden decir del proyecto de presupuestos para el 2015 que presentó este martes el Govern de Catalunya, hay una que sorprende de entrada. Es la afirmación del 'conseller' Mas-Colell que estos son unos presupuestos de alto contenido político.

¿Cuando han sido apolíticos, los presupuestos? ¿Un mero ejercicio contable? Los presupuestos son, por definición, la ley que plasma las prioridades políticas de un gobierno: sus prioridades, sus elecciones, sus propuestas, sus apuestas. Es la ley política por excelencia, si es que hay alguna que no lo es.

Por eso la sospecha de que cuando Mas-Colell, que nunca ha sido un maestro de la retórica, califica los presupuestos de políticos, lo que está diciendo en realidad es que son unos presupuestos electorales. Más pensados en reivindicar que en gobernar. Al marcar posiciones que al plasmar cuáles son, en el contexto actual, las posibles soluciones.

Solo hace falta tirar de hemeroteca reciente para ver que el antes profesor y ahora político había dicho, escrito y insistido en que 'Yo no pintaré los números. Esto nunca'. Que la enorme y persistente deslealtad institucional del estado central en forma de disposición adicional tercera, fondo de competitividad o recursos finalistas no es nueva de este año (a no ser que ahora Convergència i Unió nos quiera hacer creer que el 'déficit histórico' solo son 2.300 millones de euros). La deuda pendiente no ha incluido nunca en los presupuestos no porque no nos correspondiera sino porque --en palabras contundentes de Mas-Colell-- los presupuestos por responsabilidad son el ejercicio político de elegir en qué gasta la Generalitat los recursos disponibles (a pesar de la crisis, la miopía de Merkel o la deslealtad de Montoro).

El cambio de este año, que decide gasto con unos ingresos que no tenemos aunque nos correspondan, solo puede obedecer a que Mas-Colell haya cambiado de idea y piense que los presupuestos son el ejercicio retórico de escoger en qué gasta la Generalitat unos recursos que deberíamos tener si Merkel no fuera tan miope e impusiera un déficit absurdo o si Montoro no fuera Montoro o a que Mas-Colell piense que en realidad no está haciendo unos presupuestos sino un acto electoral. Un acto para decir lo que ya sabemos, que el Gobierno de España centrifuga responsabilidades e incumple, y que la Generalitat no solo quiere gastar (aquello contra lo que Mas ganó las elecciones) sino que quiere hacer justicia con la paga extra de los servidores públicos. Diría que más bien es lo segundo... y se aceptan apuestas.

Como yo también siento fascinación por eso que llamamos nueva política pido que tratemos estos presupuestos como lo que son: un arma arrojadiza sobre los (buenos) que quieren recuperar la paga extra y los (malos) que lo impedimos con un voto en contra en todo el presupuesto. Pido pues que dejemos de perder el tiempo (y los recursos públicos) haciendo ver que los debatimos, que trabajamos las enmiendas, y que los votamos para ser o no la plasmación del plan de un gobierno.

La vieja y nueva política se entrecruza con la mala y buena política. Ni la vieja es siempre mala ni la nueva siempre buena. Si lo queremos así, la astucia deberá ir acompañada de coraje (y otras cosas, como ideas o propuestas que venzan la inercia). Pero en este caso concreto que nos ocupa, la astucia debería acompañar del coraje de decir las cosas por su nombre y no instrumentalizar todo para conseguir ganar una pequeña e inútil guerra de posiciones. Ok, de acuerdo, por mil motivos, algunos de seguramente justificados, pero si los presupuestos han dejado de ser una ley de (buena) política, lo mínimo que pido es que no lo pretendamos. Por favor.