Análisis

¿Personas sin hogar o exclusión residencial?

La desigualdad y la injusticia social piden un abordaje distinto al de la pobreza

JOAN URIBE

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El número de personas que se quedan sin hogar no deja de aumentar y Barcelona nos muestra una paradoja. Con años de trayectoria en el esfuerzo por mejorar la respuesta al problema y con una dotación de servicios especializados de amplio alcance, la ciudad apuesta por incorporar metodologías como el modelo Housing First, que aplicado en varios países presenta índices de éxito (permanencia de personas antes sin hogar durante años en una vivienda) del 80% al 95%. Se apuesta así por un futuro de más eficacia en la capacidad de apoyar a las miles de personas sin hogar.

¿Cómo puede ser entonces que, trabajándose más y mejor en este tema, no deje de crecer el número de víctimas de la exclusión residencial? Una de las claves puede estar precisamente en lo que implica el concepto exclusión residencial, cada día más usado en lugar del de personas sin hogar. Este último se centra básicamente en las personas y nos remite a un imaginario de marginación, estigma y minusvaloración. El de exclusión residencial, en cambio, nos habla de un fenómeno cuya génesis ubicamos más en problemas de la estructura social que en circunstancias individuales. Es lo que nos está pasando.

Y por más que Barcelona se esfuerce, como lo hace, en mejorar e innovar, el número de personas sin vivienda propia no dejará de aumentar mientras los problemas estructurales persistan. Porque se trata de una cifra que se alimenta de la vergüenza de los desahucios; de la inseguridad y de la precariedad laboral, tanto en términos de duración del empleo como de cuantía de los salarios; del paro de larga duración; de la incapacidad de generar empleo y de hacer efectiva la reorientación formativa y profesional. Estos y otros factores están construyendo el perfil de una parte de la sociedad que no tiene donde vivir ni sabe dónde lo hará.

Muchas de las personas afectadas exigen una respuesta que no es la clásica de los servicios sociales. Exigen el cumplimiento de sus derechos -a la protección social, que comenzamos a entender que es tan necesaria como la salud- y lo hacen en un formato distinto al del acompañamiento individualizado y los planes de apoyo a la persona. El distrito de Nou Barris recoge y analiza esta nueva realidad en un documento de acertado título: No es pobreza, es injusticia. Y la desigualdad y la injusticia social piden un abordaje distinto al de la pobreza.

Esperemos que el esfuerzo y compromiso de Barcelona para mejorar, incluso arriesgar, con fórmulas de intervención con las personas en situación de sin hogar tenga el éxito esperado y sirva de referente y estímulo para generar los cambios y las luchas necesarias para abordar el problema también en un sentido más amplio: el de la exclusión residencial.