La rueda

Cualquier disparate es posible

LLUCIA RAMIS

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Decía Santiago Rusiñol que engañar a los hombres de uno en uno es más difícil que engañarlos de mil en mil. También decía que «una revolución es el triunfo de los ambiciosos de abajo contra los perezosos de arriba». Estas máximas son aplicables a fenómenos como los del 'pequeño' Nicolás, Podemos o el 'procés'. ¿Por qué un chaval logra el desmentido de Zarzuela, el Gobierno y el CNI? La reacción inmediata de las altas instancias da verosimilitud a un relato que, hasta ahora, nos tomábamos a cachondeo. Entonces se plantea la duda: si este sainete es posible, ¿qué no lo es?

El descrédito político, la falta de transparencia y el cutrerío hacen que, en estos momentos, cualquier teoría valga, por descabellada que sea. Un ejemplo. Para Artur Mas, la independencia de Catalunya es más un símbolo que una revolución: quiere un cambio de banderas, pero no de poderes ni de sistema. Su ambición no es, desde luego, la de los 'de abajo'. ¿Podría ser que este rifirrafe con Moncloa estuviera inicialmente pactado para dejar en un controlado segundo plano a ERC, la gran amenaza tanto para el PP como para CiU? Tendría más lógica que reconocer la impericia de Rajoy: es imposible ser tan torpe.

Otro ejemplo. Algunos se quejan de que se le da demasiado bombo a Podemos. ¿No será esta saturación una estrategia para provocar el hartazgo del votante, que les pillará manía antes de las elecciones? Independentismo y Podemos enarbolan una idea o ideal que oculta su ideología. Tienen buenos argumentos para una política dudosa. Los 'de arriba', perezosos, se limitan a la negación y los desmentidos. Su incompetencia es más increíble que las hipótesis estrafalarias.

Aceptar que pueda haber algo de verdad en los tejemanejes del 'pequeño' Nicolás equivale a aceptar que todo es una patraña. Y que cualquier disparate es posible.