Un poeta, dos suicidas

JENN DÍAZ

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Con estas coordenadas, solo puedo estar hablan-do de Ted Hugues, Sylvia Plath y Assia Wevill. También podría hablar de dos poetas y una suicida, puesto que Plath es más poeta que suicida en importancia, pero de lo que me gustaría hablar -tras leer recientemente la biografía de Assia Wevill, y habiendo leído también la de Sylvia- es de cómo la historia finalmente nos hace posicionarnos y juzgar a cada uno de ellos por separado y en conjunto, aunque en principio los lectores de vidas literarias no pretendamos emitir juicio alguno.

Sí, la sensación que me queda después de conocer en profundidad la historia es que el tiempo ha logrado que el mundo sienta compasión por dos mujeres que, en vida, fueron enemigas: no solo las compadecemos los espectadores tardíos, sino que la propia Aurelia Plath y una amiga íntima de Sylvia pudieron acercarse a Assia sin los más que lícitos prejuicios y el rencor. Lo que consigo desentrañar de estos dos magníficos libros publicados por Circe es que Sylvia Plath no se suicidó por Assia Wevill Assia Wevill no lo hizo por Sylvia Plath: ambas, lamentablemente, lo hicieron por Ted Hughes, que queda retratado no solo como mujeriego y desleal, sino como un hombre cruel y, por encima de todo, ególatra. Las vidas de Plath y Wevill, y de los tres hijos de ambas, pueden leerse como una novela, una tragedia en tres tomos, y así lo he hecho. Tras tanta angustia y tanta desazón, solo me queda la pena por dos mujeres talentosas pero inseguras, dos personajes protagonistas que han quedado silenciadas por el personaje malo de Ted Hughes, que las sobrevivió y nos ocultó lo que ellas quisieron decir tras sus horribles muertes.

Sylvia y Assia eran suicidas, qué duda cabe, y dramáticas: pero ninguna fue responsable de la muerte de la otra, como pudimos creer -ambas fueron víctimas de un solo hombre, porque Ted siempre fue, en palabras de AW., una larga noche de pesadillas.