Un texto póstumo

La historia de dos muros

La vida de una ciudad, ya sea Berlín o Barcelona, pertenece antes y después a todos sus ciudadanos

DAVID MACKAY

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Escribo esto el día antes. La luz se esconde tras una capa de nubes grises. Los árboles callan. Mañana nos esperan la gloria y la celebración. ¿Quizá el arrebato pertenece a la primavera y la cordura al otoño? Suena el repique solitario y lento de un vecino que toca con una cuchara y una cacerola robadas a la cocina, una despedida solitaria la noche antes, el final de una vigilia de 300 años. Mañana el sol brillará en los corazones de la gente. Se pondrán sus mejores galas y saldrán a miles a depositar su opinión en una caja de cartón.

¿Tuvo en cuenta Artur Mas la coincidencia de la caída del muro de Berlín en busca de la democracia con el 9-N? Da la impresión de que la presión civil contra el muro político de Mariano Rajoy puede resquebrajar el Gobierno en un futuro próximo. El vínculo con el muro de Berlín se hace patente, y quizá sería interesante seguir lo que pasó allí.

El muro cayó en 1989. Yo había visitado Berlín antes, en 1976, mientras escribía un libro sobre vivienda. Cuando subí a un autobús y pedí un billete, el conductor me contestó en alemán, así que miré alrededor pidiendo ayuda, pero los pasajeros no solo me la negaron, sino que querían que bajara del autobús porque estaba demorando la marcha. Era comprensible, ya que me encontraba en el sector británico, bajo control militar.

Las cosas habían cambiado cuando, cuatro años más tarde, fui invitado junto con mis socios de MBM, Martorell y Bohigas, a participar en la Internationale Bauausstellung Berlin (IBA), que el Senado de Berlín había fundado el año anterior. El tema era El centro urbano como lugar para vivir. El hecho de que la IBA se dirigiera sobre todo a zonas relegadas a posiciones periféricas y olvidadas debido a la construcción del muro en 1961 le otorga -visto desde ahora y a la luz de la caída del muro en noviembre de 1989- una cualidad casi profética. En 1981 nos adjudicaron la construcción de una gran isla urbana cerca del checkpoint Charlie. Aquí comenzaron para mí 20 años de visitas mensuales a Berlín, paralelamente a la magnífica aventura olímpica de Pasqual Maragall de abrir la ciudad al mar (aquí el muro eran la vía del tren y las frecuentes inundaciones).

En Berlín, donde nuestro proyecto urbano evolucionaba constantemente, el director de la IBA, Josef Paul Kleihues, señaló que había que resolver el problema de unas vistas depresivas para los futuros vecinos debido a que el muro recorría la Zimmerstrasse, a solo 10 metros de las nuevas viviendas. Por otra parte, estaba el sueño de que algún día, en un futuro lejano, el muro podría ser derribado y las ventanas mirarían a una calle normal. Una situación frustrante que parece afrontar hoy Catalunya: una historia que pertenece a dos ciudades.

La unificación política de Berlín y las dos Alemanias estaba prevista para el 1 de octubre de 1990. Poco antes fui invitado a la Bauhaus restaurada de Dessau (RDA), a un encuentro casi clandestino de urbanistas y un puñado de arquitectos para intercambiar ideas sobre la forma física de unir ambos lados de la ciudad. Al cabo de dos días de debates apasionados oí que tres de los berlineses del Este tenían previsto volver a Berlín para estar con sus familias cuando a medianoche perdieran su país, una noticia triste en cierto modo. La oferta de una sociedad de consumo capitalista en lugar de la extensa fraternidad entre vecinos sería una pérdida. Viendo los brutales recortes económicos actuales, ahora les podemos entender. Los berlineses del Oeste (wessies), en general trataban públicamente a los berlineses del Este (ossies) como idiotas, lo que yo me negaba a aceptar. Debemos ser sensibles, a toda costa, con las otras personas que puedan pensar que están dejando atrás su patria en España, aunque en Europa nunca habrá un muro que separe.

Como consecuencia de la reunión de la Bauhaus, el Senado de Berlín me invitó a participar en una comisión cuatrienal, con cinco personas más, para ayudar al senador Volkier Hassemer a planificar, organizar y hacer de jurado en concursos que debían llevarse a cabo inmediatamente para unir las dos ciudades en una sola. Una tarea similar a la de Barcelona para abrir la ciudad al Mediterráneo. Dos muros más eliminados.

Esto me lleva a comentar la extraordinaria elección del momento oportuno por parte de nuestro alcalde, Xavier Trias, y su equipo para producir un libro blanco de Barcelona para ser capital de un nuevo Estado. Con su espíritu de liderazgo, Trias afirma: «Si queremos construir un nuevo país con una nueva capital, necesitamos soñar. Necesitamos imaginar, ser creativos e innovar». El único problema que veo es que yo no quiero vivir en una smart city esencialmente tecnológica. Dejemos que la historia sea. La vida de la ciudad es más larga que la nuestra, pertenece a todos los ciudadanos, antes, ahora y después. Al igual que Berlín, yo preferiría la ciudad como lugar para vivir.

David Mackay, arquitecto, falleció el 12 de noviembre en Barcelona. Este artículo, escrito el día 8, es uno de sus textos póstumos.

David Mackay, arquitecto, falleció el 12 de noviembre en Barcelona. Este artículo, escrito el día 8, es uno de sus textos póstumos.