La rueda

Disfunciones democráticas

ESPERANZA GARCÍA

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Algo grave falla en nuestro país cuando el presidente del Gobierno anuncia que su próxima visita será a Catalunya y los partidos que aquí no son gobierno se inquietan o molestan. Incluso los que no comparten la ruta independentista, como el PSC o Ciutadans. ¿Se imaginan ustedes que eso sucediera, por ejemplo, en Alemania, Francia, EEUU o Italia? Imagino la escena y, sintiéndolo mucho, se me escapa la risa: «Mire, señor Barack, no hace falta que venga a Houston, es una pérdida de tiempo y los tejanos no esperamos nada... Y no se me pasee por aquí o por allí». Y es que en esto, coincido con Albert Boadella cuando, analizando la política catalana, afirma: «Si perdemos el sentido del humor, estamos deshechos».

La obligación de un gobernante es serlo no solo de los ciudadanos que le han votado, sino del conjunto de la ciudadanía de un país. Una parte más del abecedario del funcionamiento democrático que es obviado en el contexto de la política que se viene desarrollando en Catalunya desde hace años. Mariano Rajoy lo practica, incluso hasta el punto de llevar adelante reformas que podrían lastimarle en futuras elecciones.

Aquí, como en el resto de España, se necesita estabilidad y un gobierno que atienda a las prioridades de la ciudadanía ya cronificadas en todos los sondeos de opinión: el empleo (58,7%) y la economía (40,3%). Ya sabemos que el Govern ha sido incapaz de generar incentivos económicos y que la simple reforma del Servei d'Ocupació de Catalunya llega con cuatro años de retraso. Pero es cierto que a Mas le quedan dos años de legislatura. Veamos si sigue haciendo dejación de funciones y sacando lustre a las urnas del 9-N o, por el contrario, acepta el reto de ejercer la presidencia para todos y resolver las principales de preocupaciones de los catalanes, entre las cuales no se encuentra el Estado como problema ni la independencia como solución.