Editorial

El drama incesante de los desahucios

Los poderes públicos deben abordar el gran problema de los desalojos familiares en tiempos en los que crece la pobreza

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Oculto muchas veces por el ruido mediático que provocan otras causas de carácter político, el drama de los desahucios continúa su goteo imparable, atrapando a miles de familias y arrojándolas a las tinieblas de la exclusión social. Ayer, varios desalojos programados en el distrito barcelonés de Nou Barris volvieron a poner sobre la mesa la persistencia de una de las grandes lacras que -junto al desempleo- afectan a la sociedad y ante la que los poderes públicos actúan con una desgana inaceptable. De nuevo la presión social, conducida por plataformas como la PAH o 500x20, frenó algunos de los desahucios previstos y hasta evitó el corte del suministro eléctrico en un hogar decretado a las puertas del invierno.

En Catalunya existen 450.000 pisos vacíos, mientras que 231.000 familias están necesitadas de una vivienda digna. La paradoja requiere medidas decididas tanto de carácter coercitivo (sanciones a quienes mantengan la vivienda vacía) como de elaboración de programas de viviendas y alquileres sociales a los que puedan acogerse aquellas familias a las que la crisis ha dejado en el arcén y se ven incapaces de hacer frente al pago de la hipoteca bancaria o del alquiler de sus caseros. Los últimos informes de Cáritas y Unicef acaban de mostrarnos la cara más amarga de la pobreza en España, en la que los desahucios participan en primera línea. Mientras, algunos insisten en una pretendida recuperación económica. En Nou Barris tampoco la notan.