Los cambios en la escena política

El problema de Podemos en Catalunya

Pese a su auge espectacular, aquí el grupo de Iglesias se encuentra atrapado en el debate soberanista

LLUÍS ORRIOLS

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Según las encuestas, la gran mayoría de los españoles consideran a Podemos como el partido de ámbito nacional con una ideología más extrema. Los ciudadanos sitúan a esta joven formación más a la izquierda que Izquierda Unida. Se trata, pues, de una ideología muy alejada de la mayoría de los votantes, por lo que su atractivo electoral debería ser, en principio, más bien escaso. Sin embargo, pese a esa imagen Podemos ha sido capaz de atraer a simpatizantes de distintas procedencias ideológicas, más allá de la extrema izquierda. En efecto, su espectacular ascenso no solo se ha alimentado de abstencionistas de izquierdas y de exvotantes del PSOE e IU. También ha podido arañar un buen puñado de votos entre los votantes moderados y de la órbita de UPD e incluso del PP.

Así, la tradicional lógica izquierda-derecha no nos permite comprender con claridad el fenómeno de Podemos. Este partido ha conseguido con gran habilidad superar la potencial rémora que, a priori, le suponía su imagen de extrema izquierda. Y es que, como es bien conocido, su exitoso discurso anticasta o «los de arriba frente a los de abajo» ha ayudado a que Podemos sea más transversal en lo ideológico de lo que cabría esperar.

No obstante, a Podemos se le complica la situación cuando le toca competir en Catalunya. En esta comunidad, la candidatura de Pablo Iglesias obtuvo en las pasadas elecciones europeas unos resultados notablemente inferiores a los del resto del Estado. Desde entonces, Podemos ha conseguido mejorar sustancialmente su intención de voto, pero es probable que su techo electoral en Catalunya acabe siendo más bajo que en el resto de España, especialmente en los comicios autonómicos. El motivo es que en Catalunya, además de la lógica izquierda-derecha existe otra dimensión: el nacionalismo.

En los últimos años Catalunya ha sufrido un intenso proceso de polarización de su sistema de partidos. Las opciones tradicionalmente centrales y transversales (PSC y CiU) han tenido un claro declive electoral a costa de partidos ideológicamente más extremos. Desde que la cuestión nacional se ha situado en un primer plano, el mercado electoral catalán parece haberse fracturado en dos según la identidad nacional de los votantes. Ahora más que nunca existe una oferta de partidos para los ciudadanos que se sienten esencialmente catalanes y otra para los que tienen una identidad mixta o se sienten españoles. Dicho de un modo simplificado, los partidos que compiten en Catalunya deben decidir a qué colectivo nacional quieren dirigirse, si a los de identidad catalana o a los de identidad española o mixta. Conseguir atraer apoyos de ambos colectivos a la vez es una misión cada vez más imposible.

Podemos es víctima de este particular escenario político catalán. Puede que su argumentario anticasta haya podido hacer sombra a la tradicional confrontación izquierda-derecha, pero no parece haberlo conseguido con el nacionalismo. Y es que la cuestión nacional está tan activa en Catalunya que nadie puede escapar a su influencia.

Las encuestas del GESOP para este diario indican que Podemos ha logrado penetrar entre el colectivo castellanoparlante y con identidad mixta. Sin embargo, sus apoyos son mucho más modestos entre los que se sienten esencialmente catalanes y tienen como lengua habitual el catalán. En definitiva, al igual que el resto de partidos que compiten en Catalunya, Podemos ha quedado inevitablemente atrapado en el debate territorial, lo que ha frustrado su avance entre el electorado catalanista.

Todo indica que la cuestión nacional puede acabar limitando la capacidad de crecimiento de Podemos en Catalunya. Muchos de sus potenciales simpatizantes entre la comunidad catalanoparlante se decantan hoy por la CUP, que tiene una posición inequívocamente favorable al proceso soberanista. A pesar de que Podemos y la CUP presentan muchas similitudes en su ideario político, no parecen compartir el mismo electorado. Tanto los datos de encuestas como los análisis de los resultados de las elecciones europeas muestran que no se están produciendo trasvases de voto significativos entre la CUP y Podemos. En definitiva, cada partido se está especializando en una de las dos comunidades nacionales.

La impermeabilidad electoral entre la CUP y Podemos nos ofrece una valiosa lección sobre la situación política que vive hoy Catalunya. El proceso soberanista ha polarizado la oferta de partidos y ha provocado que esas opciones transversales que atraían a votantes con distintos sentimientos identitarios estén en peligro de extinción. Nos adentramos en un escenario en el que cada comunidad nacional acabará teniendo sus propios partidos. Un escenario electoral donde no existe una Catalunya, sino dos.