Análisis

Lo que está en juego

RAFAEL VILASANJUAN

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No es exagerado pensar que en las elecciones de Brasil y Uruguay se decide una manera diferente de entender la globalización. Sometidos durante décadas a la influencia neoliberal del gigante norteamericano, estos dos países han logrado insuflar oxígeno en las venas de un continente que no renuncia a tener identidad propia.

Puede saltar la sorpresa en Brasil. Dilma Rousseff no tiene ni el carisma ni una economía boyante como la que permitió a su predecesor, Lula da Silva, sacar a millones de personas de la pobreza extrema y liderar la región con un modelo integrador. Pero del laboratorio de la izquierda alternativa en el que se ha convertido Latinoamérica, todavía es mas interesante saber qué pasara con el relevo en Uruguay.

Es difícil poner en el mapa global a un país de apenas cuatro millones de habitantes con dos vecinos como Argentina y Brasil, pero Uruguay lo ha conseguido. Con medidas como la de enfrentarse a EEUU para despenalizar el cannabis y evitar un gasto desproporcionado en policía y que los beneficios de la droga acaben en cárteles como los que desestabilizan México, el presidente José Mujica ha demostrado que el poder no tiene porque estar peleado con la imaginación.

El país más progresista

Difícil calificar a este hombre que deja la política tras pertenecer a la guerrilla, pasar unos años en la cárcel, obtener una mayoría absoluta y no mostrar tentación por controlar los medios o reformar la ley que le impide volver a presentarse.

Como presidente de Uruguay ha seguido conduciendo su viejo Volkswagen escarabajo, viviendo en su sencillo apartamento y ha renunciado al 90% del sueldo para seguir siendo una persona corriente. Pero lo mas relevante es que con él, Uruguay se ha convertido sin proclamas libertarias en el país más progresista de toda América Latina.

Ni Brasil ni Uruguay han creado un modelo alternativo, pero sus gobiernos de izquierda al menos plantean que el futuro de la globalización tiene que ir más allá de la búsqueda de un crecimiento económico sin fin. Eso está en juego.