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Palabrotas

RISTO MEJIDE

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Dicho ofensivo, indecente o grosero. Así lo define el diccionario de la RAE. Así deberíamos empezar a utilizarlo todos. Y sin embargo, aún creemos que esto va de evitar palabras malsonantes. Los Pujol, los Bárcenas, los Urdangarín y los Fabra jamás tiraron de palabros vulgares. Y sin embargo, indecentes, groseros y ofensivos lo han sido un Rato. Por eso, te invito a que hoy actualices tus palabrotas. Porque decir tacos no es lo mismo que ofender, ser indecente o resultar grosero. Porque decir palabrotas ya no es lo que era, me cago en diez.

Palabrota es tarde. No hay nada más palabrota que la palabra tarde. La castración voluntaria de cualquier futuro. Toda una autolimitación resignada en el tiempo. La sensación de que todo esto ya no toca. La convicción de que todo aquello ya no es. Que hasta un reloj de muñeca puede más que tú. Y sin embargo, cuánta gente la sigue desafiando más allá de los 40 y de los 50 y de los 60 también. Gente que descubre al amor de su vida, gente que monta su primera empresa, gente que decide tener su primer hijo, gente que vuelve a estudiar por primera vez. Gente que vive sin contar las vueltas que haya dado al sol. Y lo disfruta todo como si fuera ayer. Porque lo es.

Palabrota es fácil. Me lo contó hace poco un Gabilondo, uno de tantos y tan buenos, y realmente me convenció. Cualquiera que te venda algo fácil, te estará mintiendo. Aprenda inglés fácil, mentira. Adelgace fácil, mentira cochina también. Lo fácil es el alpiste favorito de los necios. Y el caldo de cultivo de todo timo, estafa y frustración. Nadie da duros a cuatro pesetas. Y si lo hace, ya me dirás tú qué coño haces con cinco pesetas hoy.

Palabrota es culpa. La guarida de todos y cada uno de los reproches. La cueva donde van a refugiarse las sombras de cualquier relación. En cuanto se deja de buscar soluciones para buscar culpables, se está tapiando la salida, se está emparedando un sueño en vida, se está cerrando toda esperanza por defunción. Aprender a avanzar sin culpa es la asignatura pendiente de tantas parejas rotas que no cabrían ni en su propia tristeza.

Palabrota es lejos. Porque la distancia es la religión que practican los vagos. Sea la distancia a una meta, o al prójimo, da igual. Quien pone unos kilómetros por medio como motivo para no hacer algo se está limitando a sí mismo, ya sea su altura moral o la talla de su vida, y siempre se verá superado por algo tan sencillo como una cinta métrica. O un triste GPS, qué más da.

Palabrota es falso. Porque la credibilidad ha sustituido al resto de los valores. Tú ya puedes ser lo que quieras, que si nadie te cree, estás jodido. Y esto hay demasiada gente que aún no lo ha entendido. La credibilidad es el cemento de todo prestigio. Y el prestigio es lo único que te puede salvar de la mediocridad, del olvido y de la nada. El largo plazo es la única esperanza para el que pretende crear valor. Pan para mañana y hambre para hoy. Dejemos de encumbrar a los honestos sólo porque hacen lo que deberían hacer todos los demás. Y prescindamos de los que no lo son, porque simplemente no nos merecen. Ya está.

Y para terminar, la más palabrota de todas, es imposible. La madre bastarda de todos los retos. El no hay huevos del corazón. Detrás de cada imposible está esperándote una nueva vida, algo que jamás llegaste a imaginar. Lo hicimos porque no sabíamos que era imposible. Lo conseguimos porque jamás lo dejamos de intentar.

Dejemos de decir palabrotas. Dejemos de creérnoslas. Eliminémoslas de nuestro vocabulario. Y a lo mejor, de ese modo, volveremos a ser personas bien educadas. Qué coño. Joder ya. H

por Risto Mejide