La rueda

Esclavos del siglo XXI

En un futuro nada lejano todos serán como él, obreros de la privatización

LLUCIA RAMIS

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A ella acaban de despedirla, tras cinco años de recortes y mal ambiente entre compañeros temerosos de que los echaran. Él es freelance. Se pasa el día en casa haciendo traducciones y corrigiendo textos por menos de mil euros al mes, de los cuales 261 son para cubrir su cuota de autónomo. Han estudiado lo mismo, aprendieron los mismos idiomas, este mes han recibido una factura eléctrica desorbitada.

Todo es tan caro que les cuesta incluso plantearse tener hijos. La diferencia es que ella consiguió un contrato y él no. Ella ha obtenido casi 9.000 euros de indemnización, y durante 600 días tiene derecho a un paro mayor de lo que cobra él trabajando. Si él dejara de trabajar, no está claro qué le pasaría; su única fuente de ingresos es lo que factura, y las empresas a veces se retrasan. Le resulta imposible ahorrar.

Ella se va a dar la vuelta al mundo para buscarse la vida, aprovechando el subsidio. Él, en su lugar, haría lo mismo. Pero no puede evitar pensar que esta vuelta al mundo en parte la paga él, como también paga jubilaciones que él no podrá permitirse, porque los autónomos no tienen derecho a parar ni a enfermar, aunque cada mes apoquinen 261 euros a la Seguridad Social, independientemente de lo que cobren.

Se siente como un esclavo del siglo XXI, explotado no a través de su producción, sino de su rentabilización. Paga por trabajar para que otros -cada vez menos- tengan derecho a unas prestaciones que no le corresponden. Ella no volverá a tener un contrato fijo. En un futuro nada lejano, todos serán como él, obreros de la privatización. Y esos señores ya no de la fábrica, sino de las grandes compañías eléctricas, antiguos gobernantes que los llevaron a la situación en la que ahora se encuentran, seguirán subiendo la factura de la luz. Y les dirán: «No os quejéis; por lo menos tenéis trabajo».