Estrategias de salida de la crisis

Rescatar los salarios

Vamos hacia un modelo en que la gente trabaje para ser pobre, sin más aspiración que la supervivencia

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JOSEP MARIA ÁLVAREZ

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Cada vez son más las voces que desde el mundo económico vinculan la salida de la crisis con el comportamiento al alza de los salarios. Cada vez son más los que reconocen que no habrá recuperación sin la concurrencia de unos salarios más altos y más estables. En el estímulo del consumo se encuentra una de las claves de bóveda que puede reactivar la demanda interna, así como el acceso a un crédito todavía demasiado atemorizado. Pero nada de esto ocurrirá si los salarios continúan asumiendo el coste íntegro de la crisis.

Solo unos datos que pueden ilustrar lo que digo: la pérdida acumulada de poder adquisitivo desde el año 2009 es del 10%; el número de asalariados que perciben el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) ha pasado del 8% al 12% desde el año 2008; el salario temporal medio ha caído en 1.000 euros en seis años; los efectos de la reforma laboral impulsada por el Partido Popular ha representado un descenso de los salarios en un 12% de media desde el 2012, y los empleados públicos han visto como su salario se recortaba en un 25% entre rebajas y congelaciones.

Las cifras son lo suficientemente alarmantes como para que sea imposible mirar hacia otro lado. Y menos ahora que Europa hace lo imposible para evitar una nueva recesión que puede frustrar la tan deseada recuperación de nuestra economía. Se ha demostrado, al menos en el caso español, que exclusivamente con el incremento de las exportaciones, con la austeridad aplicada con crueldad a los presupuestos públicos y con injustas subidas impositivas no es suficiente para colocar nuestra economía en ritmo ascendente. Ni mucho menos.

Fracaso de la troika

Por otra parte, las recetas impuestas por la troika formada por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea, bajo la batuta de Alemania que dirige la cancillera Angela Merkel, han fracasado. La reducción drástica del gasto de los estados, el abaratamiento de los costes laborales y la bajada de las pensiones no han servido para reducir deuda ni para reactivar la economía. Por el contrario, las economías del sur de Europa se encuentran contracturadas por causa del estancamiento permanente del consumo interno y la falta de crédito. Una situación que puede verse agravada si las exportaciones observan un camino de descenso propiciado por el paro de las economías centroeuropeas, especialmente la alemana. Estas recetas fracasadas, sin embargo, han servido para que la patronal española, espoleada por el gobierno de Mariano Rajoy, pusiera sobre la mesa la necesidad de una reforma estructural que diera la vuelta a los equilibrios en el mercado de trabajo.

Con una rapidez brutal, las nuevas reglas de juego se han instalado hasta el punto de producir una histórica regresión en las relaciones laborales. Hasta convertir la precariedad en la característica principal de nuestro modelo laboral. Y lo que es peor, sin que haya servido para crear empleo digno. Nada más lejos de eso, el paro sigue siendo una profunda lacra en nuestra economía, la temporalidad y la parcialidad se han apoderado de la escasa contratación nueva y se está produciendo una preocupante transformación de contratos estables y dignamente remunerados para otros de poca calidad, casi de supervivencia.

Desequilibrio entre las partes

Detrás de esta realidad se esconde mucho más que una situación de crisis económica con durísimos efectos sobre los trabajadores. Incluso mucho más que una gestión equivocada de la propia crisis. Estamos ante la verdadera intención por parte de los poderes económicos y financieros, en perfecta sintonía con la derecha política y social de este país para avanzar -no sé si decir retroceder- hacia un modelo de relaciones laborales basado en el desequilibrio entre las partes, presidido por la subasta de las condiciones salariales y desreguladoras hasta el vómito.

Un modelo en el que la gente trabaje para ser pobre, sin más aspiración que la pura supervivencia sin ninguna posibilidad de progresar gracias a su esfuerzo. Un modelo social que nos aleja de nuestros países de referencia mientras nos acerca al de los países empobrecidos. Desgraciadamente, los efectos de la reforma laboral no pararían de inmediato, aunque se consiguiera derogar. Esto es lo que hace absolutamente prioritario incrementar el Salario Mínimo Interprofesional en la medida que es el sueldo que reciben cada vez más trabajadores. Es necesario que el Gobierno central acuerde un incremento del SMI hasta el 60% del salario medio, tal y como recoge la Carta Social Europea. La clave, pues, de la salida de la crisis se encuentra en el rescate de los salarios. Incrementando el salario medio y subiendo el Salario Mínimo Interprofesional a 1.000 euros.