CAMBIOS ESTRUCTURALES EN LA CONTRATACIÓN LABORAL

La batidora del mercado de trabajo

No regresará el modelo de antes de la crisis, con la mayoría de contratos indefinidos y sin flexibilidad

La batidora del mercado de trabajo_MEDIA_1

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ANTONIO ARGANDOÑA

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¡Lo que nos faltaba por oír!: el mercado de trabajo… ¿una batidora? Pues sí, eso dicen los expertos. Tradicionalmente habíamos entendido el mercado de trabajo como un par de recipientes: uno, lleno de parados y otro con los ocupados. Estos no están amontonados, sino ordenados en compartimentos que son las distintas empresas. Cuando una empresa necesita un nuevo trabajador abre en su compartimento una vacante, para que la ocupe un parado (o uno que acaba de llegar al mercado, o un empleado en otra empresa que desea cambiar). Si se crea poco empleo, decíamos, es porque hay pocas vacantes; por tanto, hay que animar la demanda para que las empresas ofrezcan más plazas. La clave estaba en la cola de parados que se formaba delante de cada vacante. Pero resulta que el símil de los depósitos y la gente que salta de uno a otro no es el más adecuado.

Hace unos días Edward Lazear, profesor de la Universidad de Stanford, en EEUU, hacía notar que en aquel país en un mes normal se crean 100.000 empleos nuevos. ¿Ha habido 100.000 afortunados que han encontrado su vacante? No: el número de los que han conseguido un contrato es de 5,1 millones. Pero hay también 5 millones que han perdido su empleo; el saldo son aquellos 100.000 afortunados. De ahí lo de la batidora: en el mercado norteamericano se mueven millones de personas cada mes, entrando y saliendo de sus empleos; por cada empleo nuevo hay unas 50 personas que salen y entran.

Bueno, ya se sabe, los americanos están un poco locos, todos tienen una gran prisa por moverse… Bien, pero a los españoles nos pasa algo parecido. En el primer semestre del 2007, cuando el empleo aún "iba en moto", hubo 1,48 millones de colocaciones, pero solo se crearon 58.000 empleos netos; el resto fueron ocupados que perdieron su empleo (las cifras son del Servicio Público de Empleo Estatal y las manejo, lo reconozco, con no mucha precisión). En el primer semestre del 2014, cuando la recuperación está ya en marcha, hubo 1,32 millones de colocaciones, y se crearon 262.000 empleos nuevos: o sea, grosso modo más de un millón de personas perdieron su empleo. No es tan exagerado como en EEUU, pero también hay aquí una gran batidora: un enorme flujo del empleo al paro y del paro al empleo.

Las cifras del 2007, antes de la crisis, muestran que el mercado ya era una batidora, pero no nos dábamos cuenta: veíamos un gran número de personas con contratos indefinidos, que se movían muy poco, y otro gran número (sobre todo jóvenes, mujeres y personas con baja cualificación) que entraban y salían frecuentemente, con contratos temporales. Lo que vemos ahora no es muy diferente, pero hay algunos cambios.

Ahora muchos de los nuevos empleos son de jornada reducida; según el INE, en el segundo trimestre de este año 415.800 nuevos ocupados trabajaban entre 20 y 29 horas a la semana. Asimismo, el empleo a tiempo parcial ha llegado como parte de la reforma laboral pero, sobre todo, para ofrecer a las empresas una mayor flexibilidad: los empresarios no tienen confianza para aumentar su plantillas de forma permanente, y contratan para cubrir necesidades temporales o picos de demanda, sobre todo en los servicios, pero también en la industria y en la construcción. Y, claro, la remuneración es también más baja.

Más justo

¿A dónde nos lleva todo esto? No lo sé. Bueno, una cosa me parece clara: no volveremos al mercado de trabajo de antes de la crisis, con una mayoría de trabajadores con contrato indefinido y otros con empleos precarios, que apechugaban con la flexibilidad que las empresas necesitaban. Lo que estamos viendo ahora es un ajuste que se apoya más en los salarios y menos en el empleo. Y esto me parece que es bueno, por dos razones. Una: porque reparte los costes de manera más equitativa. Antes, los que tenían contrato indefinido conservaban su empleo y aun veían subir sus salarios, mientras que los de contrato temporal pasaban al contenedor del desempleo.

Y otra razón: porque esta manera de flexibilizar los costes laborales facilita la recuperación de las empresas y la nueva creación de empleo. Y esto es importante porque, en aquella batidora, el saldo positivo, la creación neta de nuevo empleo, depende más del aumento de las contrataciones que de la reducción de los despidos. Y dejemos de lamentarnos por los miles de personas que cada mes cambian de empleo y empecemos a preocuparnos por cómo facilitamos la creación de esos empleos que llamábamos "de calidad", por cómo mantener el capital humano de nuestros móviles trabajadores, por cómo aumentar su productividad, que es la clave de los mayores salarios y por cómo apoyamos su nivel de vida con un estado del bienestar sostenible.

Profesor de IESE.