El debate soberanista

Extrema dureza, difícil penetración

Uno de los retos de los partidos favorables al 9-N es superar la configuración de la Catalunya dual

LLUÍS
Cabrera

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Los partidarios de la independencia, sobre todo por su fuerza transformadora capaz de remover muchas cosas, han de romper con estereotipos identitarios y títulos de propiedad nacional. Uno de los retos de las formaciones favorables a la consulta del 9-N es superar la configuración de la Catalunya dual. Las organizaciones y partidos políticos prorreferéndum no han sabido o no han querido crear un relato alternativo al que Pujol introdujo en 1976 en Immigració: problema i esperança de Catalunya, que sitúa en el centro de la agenda política un nuevo problema social que vertebraría la que había de ser la política cultural y nacional de un país en (re)construcción.

Un juego maniqueo entre la pureza catalana y la pureza del inmigrante que se plasmó políticamente en el reparto del poder durante un cuarto de siglo entre CiU y PSC-PSOE. Ese juego entre bloques identitarios de cartón piedra que apuntaló a la FECAC. Y aunque con el auge independentista la foto fija del reparto de votos se desdibuja, el relato de país sigue casi intacto y este mapa político contrahecho sigue dando frutos. La Catalunya dual (y por extensión, la multicolor) tiene carriles simbólicos paralelos para la población según los orígenes también en la causa independentista. Este es, aún hoy, el talón de Aquiles del activismo prournas cara al 9-N.

Solo el inmovilismo de la representación nacional -la versión obsoleta de la historia catalana que enfatiza qué pasó hace 300 años, pero se olvida de actualizar el quiénes somos desde hace más de medio siglo- explica la sorpresa y deleite de organizaciones políticas proindependencia, y medios de comunicación afines de que haya quienes se expresen en castellano, tengan lazos sentimentales con gente en España, sean forofos del Real Madrid y a pesar de estas anomalías apoyen la independencia. Por eso, con Súmate todo cuadra en el país de las maravillas. La ANC y Òmnium se dirigen a los catalanes que hablan la lengua propia; Súmate, a los españoles que hablan la lengua propia, cada uno con la suya, cada cual en su lugar.

Sirvan de ilustración las imágenes de L'endemà, de Isona Passola, donde Xavier Sala Martín se dirige en castellano a la buena gente periférica predicando las bondades de la independencia de Catalunya. Más que los argumentos del mago de la economía, el verbo y la indumentaria, impresionan las imágenes. Un hombre ilustrado accede por un día a donar su tiempo a los indecisos: mujeres y hombres con los que nadie ha contado hasta ahora como no fuera para invitarles a la Feria de Abril del Fórum. Un sabio, el catalán, que se aviene a hablar en castellano ante una comunidad tan purificada que ni se expresa ni entiende catalán. Menudo insulto y barbaridad: paternalismo, manipulación, clasismo.

Sorprende que más allá de los entusiastas de este reparto de tareas (ERC y CDC), el resto de partidos proconsulta (ICV, EUiA, CUP, Procés Constituent, Reagrupament, SI…) se abonen al congelador identitario de la época Pujol aportando líderes a tales representaciones. Los medios de comunicación también han sido generosos con esta lógica. Los reportajes de convocatorias como las de Súmate en el Carmel o Sant Cugat se resumen en la expresión comunidad ideal purificada comunidad ideal purificadaque Richard Sennett utilizó en Vida urbana e identidad personal. Lo importante de una comunidad purificada es que sea resultado de apartar de la vida pública a los que han crecido en un barrio periférico. La etiqueta de inmigrante recae, básicamente, sobre trabajadores manuales y subalternos. Y ahora resulta que habiendo apartado de la vida pública catalana, desde la transición hasta hoy, a las personas de esas comunidades purificadas, ¿hemos de penetrarlas por ser de extrema dureza?

Es paradójico que quienes luchan por el derecho a decidir suspendan tal derecho en barriadas populares sobre las que ya decidieron dejar caer el sambenito de ser los indecisos, zonas de extrema dureza y difícil penetración a las que se debe inyectar dosis de patriotismo para sanar su déficit nacional.

Aviso a navegantes: los que algún día inmigramos a Catalunya vinimos para quedarnos, no aceptaremos ser ovejas bajo la protección de un pastor, ni necesitamos oír sermones de nadie. Nos provoca náusea observar sumisión y vasallaje cuando alguien de nuestra misma procedencia se siente inferior ante miembros de las élites con linaje catalán o español. Catalunya es de todos y entre todos vamos a seguir construyéndola para que no pare la obra, única manera de que nadie se apropie de la nación. Por tanto, no permitiremos ser papel higiénico, aquel que usamos para a continuación lanzarlo a la taza del váter. Que quede claro: los dueños de nuestras hambres somos nosotros, nadie más. Este artículo lo firman también Bienve Moya, Eunice Romero y Miquel Fernández, miembros de la Plataforma Altres Andalusos.