Políticas de prevención en las sociedades modernas

Las crisis y la resilencia

Es necesario prepararse para prevenir los desastres y mejorar la capacidad de resistencia ante ellos

ELISABET
Viladomiu

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En el año 2013 se produjeron 308 catástrofes en todo el planeta, 150 de las cuales tuvieron una causa natural y 158 una causa humana. Estas crisis provocaron, en conjunto, casi 26.000 muertos y unas pérdidas económicas de 140.000 millones de dólares. Ahora bien, más allá de la magnitud de las cifras, sin duda lo más preocupante es la tendencia creciente de este tipo de episodios. Así, si a principios de la década de los años 70 del siglo pasado anualmente se registraban unas 30 catástrofes naturales en todo el mundo, 40 años más tarde se registran aproximadamente unas 140, y los expertos no dudan en afirmar que, en un futuro no demasiado lejano, los efectos del cambio climático aumentarán la frecuencia y la intensidad de estos impactos.

Ahora bien, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de crisis o, más exactamente, de crisis con efectos catastróficos? Se trata de situaciones poco probables pero que, cuando suceden, producen un gran impacto y sus efectos perduran en el tiempo. El estudio empírico de este tipo de eventos pone de manifiesto tres cuestiones básicas. Primero, que el riesgo cero no existe. Segundo, que las crisis no las provocan solo los hechos, sino también, y muy especialmente, la manera de reaccionar ante estos hechos. Y tercero, que dada la gravedad de la situación descrita inicialmente, es evidente que hay que prepararse. Es decir: hay que poner en marcha un plan de trabajo sistemático para prevenir, anticipar y minimizar tanto los riesgos como los efectos de las crisis.

El concepto de resiliencia, en física de materiales, significa la capacidad de un cuerpo para resistir un choque, es decir para mantener sus características iniciales, siendo capaz, una vez producido el impacto, de recuperar en un breve periodo de tiempo sus propiedades originales. No fue hasta después de la segunda guerra mundial cuando, con el estudio de las personas que habían conseguido sobrevivir al Holocausto, la psicología y, más en general, el conjunto de las ciencias sociales, adaptó y amplió el significado del término para caracterizar a aquellas personas que, a pesar de haber nacido o vivido en situaciones de alto riesgo y extremadamente hostiles, consiguen desarrollarse de forma psicológicamente sana y humanamente exitosa.

BAJO el título «Asegurando la resiliencia en un mundo lleno de riesgos» se ha celebrado recientemente en Orlando (EEUU) la 50ª Conferencia del Disaster Recovery Journal, uno de los mayores eventos en esta materia a nivel mundial. De entre los múltiples aprendizajes y experiencias nos gustaría destacar aquí los siguientes. Por un lado hay que tener presente que la gestión de los riesgos y las crisis se halla en constante evolución. Al principio, el objetivo era lograr una buena «recuperación después de los desastres», más tarde se hablaba de la importancia de una buena «gestión del riesgo» y ahora se pone el énfasis en la «construcción de organizaciones y sociedades resilientes», es decir, con capacidad para resistir las crisis.

Por otra parte, el enfoque a la hora de hacer frente a las crisis depende básicamente del sustrato cultural del país en cuestión. Así, por ejemplo, los norteamericanos acentúan los conceptos de autoprotección del ciudadano y de business continuity (certificando, una vez más, la supremacía del individuo y la importancia de la economía), mientras que en nuestro contexto europeo, un los elementos de atención primordial es la colaboración público-privada, desde el presupuesto de que la esfera gubernamental debe jugar un papel clave. Y, finalmente, si en algún punto hay consenso generalizado entre todos los expertos es precisamente en la necesidad de prepararse, de fomentar la colaboración, de compartir los recursos y la experiencia, de formar expertos y desarrollar las competencias necesarias para poder prevenir y minimizar los impactos de las crisis.

Hace cuatro años el Institut Cerdà puso en marcha el Servei de Suport a la Gestió de Crisis, una iniciativa pionera a nivel europeo y mundial, que promueve la colaboración y el aprendizaje permanente de un grupo de empresas de diversos sectores. La Conselleria d'Interior de la Generalitat es un actor clave en este proceso, y, sin duda, existe un enorme potencial para desarrollar la colaboración público-privada en este ámbito. Por otra parte, el establecimiento de la Oficina de la UNHabitat en Barcelona para promover y mejorar la calidad de vida en las ciudades de todo el mundo, debe ser interpretado como reconocimiento al papel líder que históricamente ha jugado la ciudad en este terreno. Si somos capaces de remar en la misma dirección, Barcelona y Catalunya pueden convertirse en centro de excelencia en la gestión de riesgos, crisis y resiliencia.