¡Ya Basta!

XAVIER GINESTA

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Se superaron las expectativas, se llegó hasta los casi dos millones de manifestantes en Barcelona, y inmediatamente desde las entrañas de la caverna mediática y los aparatos de algunos partidos madrileños empezaron a salir reproches, insultos y groserías para deslegitimar el clamor pacífico y unánime que salía de la manifestación de la pasada Diada. ¡Basta ya! Puedo entender que haya muchos españoles que no se sientan cómodos con las reivindicaciones soberanistas –y algunos, son buenos amigo míos–, pero no puedo tolerar que la democracia se ensucie de esta manera. Mientras Escocia vive con tranquilidad las horas previas al referéndum del día 18, en España hay quien quiere revivir sensaciones similares a los escoceses y quien recupera viejas tradiciones poco democráticas propias de tiempos pretéritos.

Tan pronto tocó hacer valoraciones de lo que se vivió en Barcelona, desde Madrid empezaron a decirnos "nazi-fascistas", "norcoreanos", "totalitarios" o, incluso, equiparar el movimiento independentista con un "tumor maligno". Qué mal gusto, qué falta de responsabilidad. Por si fuera poco, en algunas tertulias producidas desde la capital se ha tratado a los profesores universitarios de agentes de propaganda o las universidades catalanas de centros de adoctrinamiento. Incluso salió de la boca de algunos tertulianos que, por profesión, conocen muy bien la vida de los campus de este país y saben de la diversidad ideológica que se pasea por sus calles. Y, finalmente, llega el momento en que desde las redes sociales no sólo insultan hasta la saciedad al azulgrana Gerard Piqué –porque, de forma individual, quiso sumar-se a la reivindicación de los manifestantes– sino que el PP de El Masnou agita el odio a base de publicar Tweets amenazantes contra Artur Mas, por mucho que entonces acaben atribuyendo el Tweet a un error del gestor de cuentas Hootsuite.

Hará bien Ramon Tremosa de informar a la Comisión Europea de todos estos hechos, como ya ha dicho que haría, porque aunque difícilmente acabarán decantando la balanza a favor de las tesis soberanistas podrá poner en conocimiento de los europeos el tipo de prácticas que algunos tienen cuando se acaban los argumentos. Es la constatación de una decadencia continua de la calidad democrática del Estado español, que permite campar libres los que se ensucian las manos de totalitarismo, mentiras y desprecio y no reconoce la voluntad de los que se han prestado a negociar desde el principio. Hay quien me dice que empieza estar cansado de tanto hablar del procés y, ¡sólo faltaría! Lo cierto es que, posiblemente, más que cansado envidia países donde la cultura democrática permite dialogar, debatir, negociar y votar, y está harto de otros donde los insultos ocupan demasiados minutos de tertulias radiofónicas y por la televisión.