Tribuna

El tiempo de Emilio Botín

El presidente del Santander vio en las universidades un punto de referencia que permitía una visión global de la capacidad de desarrollo de las sociedades

CARLOS PÉREZ DEL VALLE

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Con frecuencia, el mundo académico se reprocha a sí mismo deficiencias en la comunicación; y es cierto que tal vez la sociedad no ha llegado a considerar todo lo que la universidad aporta a su desarrollo. Emilio Botín fue, en ese sentido, una excepción extraordinaria: vio en las universidades un punto de referencia que permitía una visión global de la capacidad de desarrollo de las sociedades. La colaboración con el mundo universitario, que exhibía con frecuencia como un elemento fundamental en su concepción empresarial, ha sido durante muchos años uno de los signos distintivos de su acción. Y estoy seguro de que las cifras de su aportación al mundo de las universidades podrían desplazar a muchos otros aspectos de los que se podría hablar cuando, con ocasión de su fallecimiento, se hace referencia a su figura. Estos días se destaca, en ese sentido y con razón, el desarrollo de Banco de Santander Universidades y, sobre todo, de Universia como punto de encuentro concreto con las universidades. Sería largo relatar todos los aspectos en los que esa colaboración se ha fundado, pero además implicaría el riesgo evidente de olvidar alguno de ellos. Sin embargo, yo quisiera destacar algo que entiendo más propio de la persona, pero que no supone menor generosidad pese a que no puede describirse mediante cifras. Estoy seguro de que las reuniones y comparecencias públicas dedicadas al mundo universitario de una forma más o menos directa o el estudio de decisiones vinculadas a la academia por parte de Emilio Botín fueron más que significativas. Al fin y al cabo, tiempo; tiempo dedicado a las universidades, a instituciones que no siempre están acostumbradas a encontrarse con quién confíe en ellas. Como rector de universidad he podido constatar que esto era así, y que la búsqueda de proximidad con las universidades era constante en su forma de ver el mundo. Este tiempo -del que todos carecemos o, al menos, de cuya exigüidad nos quejamos- del presidente de una institución financiera, dedicado a analizar los intereses y las expectativas de instituciones académicas, pero también de trato personal con sus responsables, es consecuencia del compromiso con la misión social de las universidades. Tiempo y compromiso han constituido los cimientos de una realidad y de una imagen novedosa de la universidad española, en su vinculación con una institución financiera y como punta de lanza de un empresario español, Emilio Botín, que ha reconocido en ella un auténtico motor del desarrollo y que ha querido contemplar desde ellas una nueva apertura de la sociedad española al mundo.