El sistema político español y catalán

El incierto futuro de los partidos

O las fuerzas clásicas piden perdón y se renuevan a fondo o los electores exigirán opciones alternativas

CARLES RAMIÓ

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El sistema de partidos políticos en Catalunya y en España está a punto de derrumbarse. Es la crónica de una muerte anunciada, ya que la combinación entre la crisis económica y la crisis política derivada de la corrupción es como un tsunami que se va a llevar por delante el sistema clásico de partidos. En primer lugar, hay que decir que nuestro sistema de partidos de carácter bipartidista nunca ha sido robusto por méritos propios sino por un elemento exógeno: un sistema electoral mayoritario (o falsamente proporcional) que lo ha favorecido. Se han sucedido muchos intentos para romper esta hegemonía dual y escasamente plural desde los inicios de la transición. En España, primero el PCE, luego el CDS en el 86 (19 diputados), la denominada operación Roca con el inquieto Garrigues Walker, y recientemente UPD. En Catalunya, de forma constante ERC lo ha intentado siguiendo una lógica propia del Guadiana hasta transformarse, durante la última década, en un río político con bastante caudal visible. Y desde hace un tiempo también ha jugado este partido Ciutadans.

Pero no ha habido nada que hacer ante una ley electoral impermeable al pluralismo político. El elevado confort que ha proporcionado esta ley a los cuatro partidos dominantes en España y en Catalunya ha sido el catalizador de su autismo social ante la crisis económica y ha favorecido una sensación de impunidad que abrió, en su momento, la puerta a una corrupción sistémica. El caso Pujol puede ser la prueba final de que la corrupción no ha sido protagonizada por unos personajes aislados sin escrúpulos sino por un reparto orgánico y proporcional del botín entre los cuatro partidos que nos han gobernando. Poco a poco toma forma la idea de que ha habido un pacto no escrito entre estos partidos para financiarse de forma irregular y concentrarse cada uno en lo suyo, respetándose mutuamente la discrecionalidad perversa en sus espacios de poder. Los expedientes de unos y otros eran la garantía del silencio compartido, pero van saliendo a la luz pública, bien por alguna indiscreción de pareja o bien por la tensión que ha generado el proceso catalán.

Ahora, tres de los cuatro grandes partidos están moribundos: PSOE, PSC y CiU. El PP está todavía en fase de silencio clínico, pero está enfermo y no se puede despistar. La alternativa ya la sabemos: Podemos, UPD, Ciutadans y ERC. ¿Pero son estos partidos una alternativa real? Mi hipótesis es que no en los casos de Podemos, UPD y Ciutadans. ERC puede seguir un camino más exitoso siempre y cuando se modernice, abandone definitivamente su cainismo interno de carácter tribal y encuentre su espacio posproceso independentista, sea cual sea su resultado, que no va a ser fácil.

Los casos de UPD y Ciutadans creo que ya son conocidos y tienen escaso recorrido. La formación Podemos, en cambio, es la novedad. Considero que es un brillante y exitoso proyecto de laboratorio creado por unos profesores de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense orientado a canalizar a su favor el enorme descontento social. Es una versión formalmente más seria y elaborada que, por ejemplo, la formación de Beppe Grillo en Italia, pero también con escaso futuro. Creo que va a ser una flor de una sola legislatura, ya que en su éxito está la semilla de su fracaso: un programa político estimulante pero que es un cuento de hadas, y las tensiones internas derivadas del éxito, que van a surgir de forma inevitable, van a ejercer su efecto negativo. Tampoco van a ayudar los pesados antecedentes de unos personajes vinculados a experiencias heterodoxas como la de Hugo Chávez. Creo que Podemos va a desaparecer del sistema de forma casi tan rápida como ha aparecido.

Pero a mí lo que me preocupa es la incógnita ¿y después qué? Es complicado este ejercicio de prospectiva (la forma fina de llamar a la futurología). Se me ocurren dos escenarios. Primero, los grandes partidos clásicos se renuevan de una manera espectacular. Esto quiere decir que cambian todas las caras públicas vistas hasta ahora y tienen la fortuna de encontrar un líder nuevo con carisma. Y lo que es más difícil: confiesan todas sus tropelías vinculadas a la corrupción, piden perdón y se refundan con un modelo transparente y de rendición de cuentas.

El segundo escenario, si falla el primero, es que los próximos años se creen partidos nuevos con unos programas y unos líderes serios. Este proceso será lento y se demorará un mínimo de dos legislaturas, en las que va a predominar una gran inestabilidad política. Percibo que ahora los electores son capaces de votar cualquier cosa para quitarse de en medio la miseria de los grandes partidos. Pero dentro de cuatro años no se van a conformar con el castigo y van a exigir opciones y alternativas serias de gobierno.