monólogos imposibles

El catalán mutante

dominical numero  625 seccion barril

dominical numero 625 seccion barril / periodico

JOAN BARRIL

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La verdad: yo no sé si salí del escudo de Wifredo el Velloso, de las fauces del monstruo borbónico de hace 300 años o de la opulencia de la burguesía ilustrada de principos del siglo XX. Pero este verano gris y lluvioso he tenido la revelación de haber sido engendrado por la fértil imaginación de Rob Bottin, un figurinista de Hollywood experto en monstruos y gente de mala apariencia. Les voy a contar quién era mi padre artístico, ese tal Rob Bottin, que fue el responsable de pergeñar las criaturas mutantes de la película 'Desafío total' (1990), protagonizada por Arnold Schwarzenegger y dirigida por Paul Verhoeven sobre una narración de Philip K. Dick.

En este filme, el honorable Arnold, que luego fue gobernador de California, se encontraba en el planeta Marte bajo un tirano que esclavizaba a los miembros de la colonia y los dejaba arbitrariamente sin oxígeno para respirar. Eso había consolidado una reserva de gente mutante que, a su vez, se había organizado en una red de resistencia dirigida por un personaje llamado Kuato.

En el transcurso de la historia, el bueno de Arnold consigue una entrevista con el mutante Kuato, un ser menudo que se alberga dentro de las tripas del resistente portador. Ese fue el momento de mi aparición pública. Por lo visto, Kuato, es decir yo, tenía una fisonomía muy parecida a la de otro honorable que gobernaba un pequeño país llamado Catalunya. La diferencia es que en el cine yo era Kuato, pero en la realidad el público me aplaudía llamándome Pujol. Ahora puedo decir que mi vida ha sido una vida de película. Fui el jefe de la resistencia y ahora, cuando solo soy carne de filmoteca y de hemeroteca, no tengo más apoyos que mis abogados. Así pasan las glorias del mundo. 

Pero, en realidad, la imaginación de Rob Bottin fue más allá del espectáculo. Durante todo ese tiempo, todos hemos llevado un Pujol en nuestro interior. Mi imagen despertaba admiración y devoción. Tal vez todos los ciudadanos intuían que algo no funcionaba, pero la fuerza de Kuato dentro de su organismo les llevaba a callar, a asentir, a defenderle y, en algunos casos, hasta a considerar que cualquier búsqueda de la verdad era “una jugada indigna”. Con un personaje así no había manera humana de sacar nada en claro y las ideas, el país y el temor a la familia real eran suficientemente fuertes como para establecer la línea divisoria entre los buenos y los malos. Lo decía el Arlequín de la Comedia del Arte: la barriga conoce razones que la razón ignora.

Así viví yo unos cuantos años, arropado en las entrañas del pensamiento de mi portador. Ahora, cuando ya se ha descubierto el pastel, me he encontrado solo y desprovisto de corte y de parabienes. A menudo, cuando paseo por la calle, la gente ya no se fotografía conmigo, sino que se limitan a fotografiarme a mí. Incluso la red de resistencia ha caído en manos advenedizas que olvidan lo mucho que he hecho por ellos. Tal vez yo les haya decepcionado, pero ellos también me han decepcionado a mí. Todos llevaban un Pujol en su interior que les impedía pensar en nada más allá de una patria de oropel y de cartón piedra. Así pasaremos todos los kuatos y todos los pujoles a la historia. Como pequeños mutantes desahuciados. Éramos una familia modélica y ahora somos solo un clan de trasportistas de caudales y de comisiones. ¿Qué hice yo para merecer esto? Tal vez la falta de oxígeno del mundo real me hizo trascendental y autorreferencial. La autocrítica, para los pobres. Y yo, de nuevo al cine de monstruos, que es lo mío.