La rueda

El alcalde Trias, desaparecido y en cura zen

ESPERANZA GARCÍA

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Con la mirada puesta en las vacaciones estivales -afortunados los que siguen en ellas- resulta difícil escapar a la tentación de la comparación. En términos vacacionales, la globalización ha permitido socializar al máximo que cualquier trabajador pueda permitirse escaparse a su pueblo; alquilar un apartamentito, camping o autocaravana; tomar un vuelo con destino a cualquier lugar; o reservar una habitación de hotel por internet. A poco que se haya podido viajar, visitar o descubrir, lo que está sucediendo en Barcelona con los incívicos (turistas o residentes) se presenta diferente de lo que sucede en otras ciudades europeas.

Los vecinos de la Barceloneta hace años que vienen reivindicando actuaciones concretas del Ayuntamiento con respecto al turismo incívico. Los apartamentos turísticos legales son una forma de alojamiento que se viene utilizando en numerosas ciudades europeas, y en sí no son el problema. La falta de presencia policial en las calles y la inaplicación sistemática de una ordenanza municipal que permite sancionar in situ el incivismo es clave. Disposiciones claras que sancionan todo ese tipo de actitudes con multas de  300 a 3.000 euros: al que consume alcohol en la vía pública fuera de los espacios autorizados; al que perturba el descanso de los vecinos; al que orina, practica sexo o va desnudo en la vía pública; al que daña monumentos históricos y un largo etcétera.

El ferragosto italiano designa el puente del 15 de agosto, cuando de forma masiva los ciudadanos huyen del calor hacia playas o montañas. Y eso es exactamente lo que ha hecho Trias a lo largo del mes: desaparecer de la ciudad que gobierna. Y es que el estrés acumulado por el asunto de Can Vies, donde el alcalde también se mostró ineficaz y comprensivo con los incívicos, exigía un descanso, una cura zen.