CUADERNO DE VERANO

El eslabón que lleva a Haneke

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ROSA MASSAGUÉ

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Se podría discutir qué es la inspiración y si de verdad existe en la creación artística, más allá de la insuflada por Dios a los autores de los libros bíblicos que además de ser sagrados para los creyentes también son obras de arte. Lo que sí existe es el poso que va dejando la vida, la historia y el conocimiento.

Nada es completamente original. Siempre hay una cadena que enlaza. 'De hombre a hombre' ('Von Mensch zu Mensch'). Lo dice el título de una exposición que se puede ver en el Museo de Salzburgo. La protagoniza un pintor, Wilhelm Leibl (1844–1900), y un fotógrafo, August Sander (1876–1964).

El primero me resultaba totalmente desconocido. El segundo, algo menos. Lo que sí me resultó muy conocido pese a no estar directamente en la exposición era el siguiente eslabón de la cadena a la que llevan las obras de ambos artistas, al cineasta Michael Haneke.

Leibl y Sander nacieron con un cuarto de siglo de diferencia. El pintor murió cuando el fotógrafo tenía 24 años. No se conocieron. Sin embargo Sander tuvo ocasión de empaparse de la obra de Leibl en 1929, en Colonia, con motivo de una retrospectiva póstuma.

Leibl era un pintor realista dedicado mayormente al retrato y a escenas de la Baviera más rural en donde había encontrado refugio después de vivir en París y Múnich.

El universo que pintaba era el de una sociedad austera, adusta, trabajadora. Era una sociedad donde la vida era muy dura y nada era superfluo, donde la religión era devoción sin aspavientos y lectura. Muchas de las mujeres retratadas lo eran con un libro en las manos, un libro religioso.

Sander fue el gran retratista alemán de las primeras décadas del siglo XX. La exposición de Salzburgo muestra cómo con su cámara captaba las mismas escenas, el mismo tipo de personajes, el mismo ambiente que Leibl había reproducido con sus pinceles.

Al cuadro 'Joven parisina' (1869) del pintor corresponde la foto 'Secretaria' (1931), los autorretratos de uno tienen su reflejo en los del otro, igual ocurre con las escenas de caza que ambos protagonizan. Y, naturalmente, las representaciones de la vida campesina en interiores cerrados o en el campo son como un espejo que devuelven la imagen.

Sin duda hay un eslabón que va de Leibl a Sander y también otro que une al fotógrafo con Haneke. Los personajes de, por ejemplo, su película 'La cinta blanca', o aquellos rostros  llenos de arrugas de 'Amor', parecen salidos de los óleos y las fotos de aquellos artistas.

Pero no es solo lo que se ve. Es también lo que se percibe, lo que se siente, como aquellos momentos en los que parece que no pasa nada, que la cámara cinematográfica se ha detenido. Los silencios. También esta especie de vacíos están en las obras de Leibl y Sander colgadas en las paredes de la muestra.