Análisis

Espejismos de verano

RAMON XIFRÉ

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La economía de la zona euro se estancó en el segundo trimestre y los culpables no son los sospechosos habituales. El crecimiento nulo global resulta de tasas negativas en Alemania e Italia y de un crecimiento nulo en Francia. Frente a estos datos, España y Portugal crecieron un 0,6% entre abril y junio. ¿Podemos hablar de convergencia entre los países de la zona euro? ¿Han funcionado las reformas adoptadas por los gobiernos periféricos y los datos recientes ponen así en valor los esfuerzos de los ciudadanos? Con toda prudencia, desgraciadamente no hay mucha base para responder afirmativamente a estas preguntas.

En primer lugar, los países de la zona euro han dejado atrás la etapa más severa de la crisis, pero como sus problemas eran distintos, también lo son los obstáculos que les quedan por superar. Por eso no hay todavía una recuperación generalizada. En el caso de Alemania, lo que lastra su crecimiento es el comportamiento conservador de la inversión empresarial, acentuado por la inestabilidad que se ha generado recientemente en el este. En el caso Francia, Italia y España, el problema más acuciante es el precario estado de las finanzas públicas. En España, además, padecemos una recuperación que apenas genera empleo estable y, por si fuera poco, nuestros principales clientes exteriores -los que deben tirar de nuestro PIB cuando se marchen los turistas- no están en su mejor momento.

En segundo lugar, observando el mapa con mayor campo visual, en los últimos 12 meses la economía de la zona euro ha crecido un 0,7%, frente al 2,4% de Estados Unidos y el 3,1% del Reino Unido. Estos números no casan con una historia de superación colectiva y de éxito de políticas económicas en la zona euro. De hecho, los malos datos de estos días no son realmente una sorpresa sino que hacen que tome más cuerpo una pregunta de fondo que se arrastra desde finales del 2010. Todo el planeta sufrió la crisis, pero no todos los países reaccionaron idénticamente ni todos los países se han recuperado igual. Es indudable que hace falta más ambición política nacional para reformar las economías de la zona euro, pero se va abriendo paso la certeza de que en ella y en la UE ha faltado apoyo monetario y fiscal. En otras palabras, no estamos así solamente por la falta de reformas estructurales.

¿Qué hará ahora el Banco Central Europeo al respecto? En el verano del 2012, con un sencillo anuncio redujo los diferenciales en los bonos soberanos; en junio de este año dio un paso más y anunció créditos baratos a largo plazo. El BCE seguramente esperará hasta septiembre, cuando precisamente se celebrará la primera subasta para adquirir esos préstamos. Lo que los mercados esperan entonces es ver un apetito considerable de las entidades financieras por la medicina del BCE. Si eso no ocurre, posiblemente nos esperan todavía más anuncios y operaciones de Fráncfort. En cualquier caso, todo apunta a que, lamentablemente, las noticias de estos días no son un espejismo sino más bien un incómodo recordatorio.