La política industrial de la Generalitat

Industria y artificio

El Govern se limita a repartir unos recursos escasos sin apostar por el cambio de modelo productivo

JOSEP MARIA ÀLVAREZ

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El Auditori del Fòrum de Barcelona se llenó de empresarios para escuchar al presidente de la Generalitat, Artur Mas, y al conseller de Empresa i Ocupació, Felip Puig, poniendo en escena las virtudes y los retos de la política industrial del Govern. Fuegos artificiales. No puedo mirarlo desde otro punto de vista. Está bien intentar crear una atmósfera de esperanza y optimismo entre el empresariado. Lo que no comparto tanto es que el Govern disimule las grandes carencias de su política de apoyo del tejido productivo, con actos que tienen más de pose que de realidad a la hora de apostar por la industria en Catalunya.

No quisiera poner en duda las buenas intenciones del Govern, no obstante en esta materia las empresas necesitan algo más que voluntad, discursos y esperanza. Lo que hace falta es que la determinación se convierta en prioridades políticas y presupuestarias. Lo que nos conviene no es que enuncien toda la serie de datos favorables que nuestra economía acumula de manera aún incipiente, sino que se apueste decididamente por los sectores estratégicos que hoy pueden tirar de nuestra economía. Sabemos que crece sostenidamente la producción industrial, que seguimos tirando del conjunto de las exportaciones del Estado -no es extraño en un contexto de enorme contracción de la demanda interna- y que la inversión extranjera se concentra positivamente en nuestro país. Pero también es verdad que estos datos aún no implican la creación neta de empleo. Como lo es también que la precariedad se ha instalado de forma endémica en nuestro mercado de trabajo. Lo que implica una grave amenaza si el Govern pretende realmente -y tengo mis dudas- superar el paradigma de competitividad basado en la reducción de los costes laborales y abrir la puerta a la construcción de un modelo industrial que se fundamente en la calidad de la producción, la inversión en investigación e innovación y en la mejor calificación profesional.

Pero esta apuesta no se hace solo con discursos ni actos de afirmación en que se mezcla la épica de la situación que vive Catalunya con la perentoria necesidad del Govern de la Generalitat de contribuir a crear seguridad y confianza entre el empresariado en un momento de cambio e incertidumbres en el terreno económico, y sobre todo político y social. En otras palabras, haría bien el Govern en dedicar más esfuerzos a profundizar en el diálogo con los agentes sociales y económicos, a hacer caso de sus propuestas expresadas reiteradamente en todos aquellos ámbitos en que hemos sido convocados o hemos generado por voluntad propia, y abandonar esta estrategia de propagandismo industrial que en nada ayuda a fortalecer el tejido productivo en nuestro país.

Sería una magnífica noticia si el Govern en vez de recortar en los programas de apoyo a la industria, priorizara unas partidas presupuestarias que ya ni sostienen la promesa electoral del presidente de convertir la Generalitat en una administración business friendly. No solo es necesario ampliar las partidas que el Govern dedica a facilitar la creación y el sostenimiento de las empresas, también es fundamental que la distribución de este presupuesto se inspire en una verdadera selección de los sectores que son o pueden convertirse en motores para el desarrollo económico.

En estos momentos, más bien parece que el Govern destina los recursos en función de las presiones patronales. No se puede pensar otra cosa cuando se comprueba que asistimos a un simple reparto de recursos y no a una apuesta política derivada de la evolución de los sectores estratégicos, del diálogo con sindicatos y empresarios ni del compromiso con un cambio de modelo productivo.

Contrasta esta tibieza a la hora de orientar la política industrial y los escasos recursos consignados, con la dureza que muestra el Govern en otros campos. Se pueden imaginar que me refiero a las palabras del conseller Puig en relación a la reducción de las prestaciones por desempleo a las personas paradas que rechazan dos ofertas de trabajo. El conseller es más duro cuando habla de empleo que cuando lo hace cuando lleva puesto el sombrero de la empresa. Injusto e innecesario.

Injusto porque no hay parados que reciban dos -ni siquiera una- una oferta de empleo. En este caso, está claro que sus palabras son para la galería. E innecesario porque en este contexto de crisis que sufrimos especialmente los trabajadores y las trabajadoras, en paro o no, resulta absolutamente sobrante incrementar la angustia que viven miles de familias. Claro que estas familias no asistieron a los fuegos articiales que se lanzaron el otro día en el Auditori del Fòrum de Barcelona.