La financiación del sector primario

Las subvenciones agrícolas

Urge revisar los criterios de ayudas para que favorezcan a los agricultores que las necesitan de verdad

FRANCESC REGUANT

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El reciente debate en el Parlament sobre agricultura ha puesto de relieve que en subvenciones directas de la Política Agrícola Común (PAC) los agricultores catalanes cobran de media la mitad que el conjunto de España. Este dato suscita una lectura simplista pero en realidad merece una explicación más amplia. Según los últimos datos disponibles, el 32 % del valor añadido bruto (VAB) de un agricultor alemán procede de las subvenciones directas de la PAC, este dato para España es el 24 % y para Catalunya, el 12 %.

Esta asimetría nace junto a la misma trayectoria de la PAC. El Mercado Común Europeo, después Unión Europea o UE, la constituyeron principalmente países del centro europeo, los cuales priorizaron los productos que podríamos denominar atlánticos, particularmente cereales y ganadería de rumiantes para carne y leche (bovino, ovino y caprino), con algún producto mediterráneo de compensación, como el aceite de oliva. La posición minoritaria del Mediterráneo en la UE ha continuado creando sesgos en las decisiones, tal como el desarme arancelario de los frutos secos para compensar movimientos en sentido contrario relativos a componentes electrónicos, coincidiendo con la entrada de los países nórdicos a la UE.

Como resultado hay productos más subvencionados que otros y Catalunya se ha especializado en los productos menos subvencionados. Así la mitad de la producción agraria catalana (porcino y aviar) no cobra ninguna subvención, otro 27 % de la producción (fruta fresca, cítricos, hortalizas, planta ornamental y viña) cobra el 4,45 % de las ayudas directas, mientras que los demás productos, el 23 % de la producción, cobran el 95,5 % de las subvenciones directas. ¿Es lógica esta asimetría? No. Por tanto, ¿los sectores que se han desarrollado sin subvenciones deberían cobrarlas por criterios de equidad? En mi opinión, ahora, tampoco.

Al lector no le habrá pasado desapercibido que los sectores que no cobran subvenciones son los más competitivos, los que exportan. Pero, ¿qué fue primero el huevo o la gallina? Es decir, ¿son competitivos porque no cobran subvenciones o no las cobran porque son competitivos? Sin duda puede haber influido cierta ventaja comparativa pero me inclino a pensar que la falta de subvenciones ha sido decisiva en su competitividad. Por ello, ¿las subvenciones agrícolas no son necesarias? Al contrario, resultan imprescindibles. Ello no obstante, la necesidad de revisar los criterios para otorgar subvenciones agrícolas clama a voces. Como ejemplo de disfunciones, se han vivido años de precios altos en cereales, muy subvencionados, que eran costes y dificultad para la ganadería intensiva que no disponía de ayudas. El comisario Dacian Ciolos, con la nueva reforma de la PAC, ha intentado romper con los criterios históricos y establecer mayor racionalidad en el sistema de ayudas. De hecho ha realizado progresos, aunque ha fracasado estrepitosamente en España.

Desde España  se ha impuesto la continuidad en un ejercicio de estética conceptual casi ridícula, disfrazando los criterios históricos y con concreciones totalmente contrarias al espíritu de la reforma propuesta de la PAC. El objetivo único ha sido que todo siguiera igual, con el consenso explícito de la mayoría de organizaciones profesionales agrarias. Por el camino, Catalunya ha vuelto a perder. Lógicamente la continuidad supone sostener la desigualdad, por tanto los que estaban desfavorecidos en la distribución lo siguen estando. Además, se han producido decisiones sesgadas, como las referentes a las denominadas ayudas acopladas.

Pero la reforma de las ayudas agrícolas debería dar un paso más, rompiendo los criterios históricos, y concentrándose en la agricultura en dificultad, tanto la dificultad coyuntural como la estructural. Por una parte, como herramienta de regulación de los mercados, altamente volátiles en la agricultura, evitando estrangulamientos que pueden ser mortales y, en general, reduciendo riesgos. Por otra parte, ofreciendo soporte a la agricultura desfavorecida, por ejemplo la agricultura de montaña o la de secano con baja pluviometría.

Sostener esta agricultura no competitiva es sostener un país vivo por las funciones irremplazables que un agricultor realiza, como defensor de unos espacios medioambientalmente necesarios (prados, bosques), como arquitecto del paisaje y demás servicios relacionados con la necesaria aproximación de la sociedad al hecho alimentario. Inglatera lo ha entendido así y ha trasladado el 12 % de los fondos para subvenciones directas a los Programas de Desarrollo Rural. Sin embargo, la comprensión de las prioridades de futuro requiere una mirada amplia y sentido colectivo.