La evolución del deporte profesional

Estadísticas, penaltis y... mordiscos

En el fútbol no encaja el análisis de datos porque aún predomina la idea de que es demasiado complejo

JAUME GARCÍA VILLAR

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Een el 2012 Brad Pitt era nominado por segunda vez al Oscar al mejor actor por su actuación en Moneyball, un excelente filme en el que se relata el episodio de la carrera profesional de Billy Beane como mánager de los Oakland Athletics, entre 1999 y 2002, en el que logró que un equipo con el segundo presupuesto más bajo de la Major League Baseball fuese el segundo en victorias en la fase regular, alcanzando las series finales.

¿Cuál fue la fórmula mágica de Billy Beane? Sencillamente aprovechar las ineficiencias del mercado a la hora de valorar (traducir en salarios) las habilidades de los jugadores que aumentan la probabilidad de ganar partidos. Beane generó e interpretó adecuadamente las estadísticas relevantes sobre el rendimiento de los jugadores y formó un equipo, en contra de la opinión de los técnicos del club, con las habilidades requeridas para lograr victorias (ganar bases, sumar carreras, eliminar bateadores) y a un coste ajustado al bajo presupuesto de que disponía.

La innovación introducida por Billy Beane en el béisbol profesional, el uso de las estadísticas, fue rápidamente incorporada a su estrategia deportiva por los grandes clubs. En este sentido, en el momento en que las ineficiencias mencionadas son conocidas por todos los clubs de manera general, las infravaloraciones de las habilidades tienden a desaparecer.

En cualquier caso, es evidente que el uso de las estadísticas ha calado en el béisbol y en los deportes profesionales. Las estadísticas no sirven solo para describir lo que ha ocurrido, también para tomar decisiones sobre estrategia deportiva, así como decisiones económico-deportivas en la contratación. Y ello es particularmente relevante en un momento en que, con los desarrollos tecnológicos, la cantidad de información estadística que se recoge de un partido es un ejemplo más de lo que hoy conocemos como big data. De todas maneras, pese a lo que algunos de sus impulsores creen, el uso de la estadística para la toma de decisiones no nace con el big data, sino que viene haciéndose desde hace tiempo por quienes entienden que la información tiene más utilidad que la simple descripción de lo sucedido.

El Mundial de fútbol y el torneo de de Wimbledon, que acaba de celebrarse, son buenos ejemplos del importante papel de las estadísticas en el deporte. En cualquier caso, aunque su penetración en el tenis está consolidada, no parece ser así en el fútbol, en donde es cierto que cada vez es mayor la información estadística recogida y presentada en los medios, pero aún predomina la idea de que el fútbol es un deporte complejo en el que no encajan prácticas que sí se dan en otros deportes sobre el uso de estadísticas, como indicaba Andoni Zubizarreta, director deportivo del FC Barcelona, en unas jornadas organizadas por el club y la Fundació Ernest Lluch. Pero, precisamente, las estadísticas son útiles para entender y analizar mejor aquellos procesos complejos, como el fútbol, que requieren de la identificación de regularidades. Más vale un dato que ninguno.

Las estadísticas deben servir para la mejor gestión deportiva y económica en el mundo del fútbol. Deben contribuir a evitar que la tasa de fichajes exitosos de un club se quede en menos del 40% o que la mitad de los fichajes tenga un resultado deportivo y económico negativo, como ha ocurrido en el Barça desde el 2008, aunque como toda valoración es opinable. Hay que esperar tasas de éxito que superen lo que obtendríamos lanzando una moneda al aire (puro azar) o lo que propondría la portera de nuestro edificio, parafraseando una célebre cita de un expresidente.

Evidentemente, no debemos pensar, ni mucho menos, que todo debe fiarse a las estadísticas. Estas requieren de la interpretación de expertos (los técnicos) y deben complementarse con su conocimiento. Sirva de ejemplo la insólita decisión de Louis van Gaal en el Holanda-Costa Rica de sustituir a su portero antes de los penaltis. No fue una decisión basada en las estadísticas, pues la tasa de éxito de Krul, el elegido, era de uno de cada diez. Fue una decisión basada en el conocimiento de sus jugadores, más allá de los números.

Ahora que parece hecho el fichaje de Luis Suárez por el Barça podríamos preguntarnos si la información estadística sobre su conducta en el campo encaja en el conjunto de valores que representa el club azulgrana. Algunos, quienes defienden la contratación, dirán que «a la tercera (mordisco) va la vencida». Otros, entre los que me cuento, opinan que «no hay tres (dos) sin cuatro (tres)». Como socio me gustaría equivocarme, pero la estadística de su trayectoria parece más acorde con esta última afirmación. Ojalá sea más relevante el conocimiento de los técnicos.