Pequeño observatorio

La pacífica fruta de Bangkok

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Preocupantes noticias de Tailandia. Martí Benach y Javier Triana  nos han hablado del motín que ha sacudido a ese país. Visitado por muchísimos extranjeros, ahora «aprendes a vivir con cuidado» en él, dijo una española a este diario.

Ley marcial, toque de queda, suspensión de la Constitución, censura... Dicen los periodistas que un factor importante de la crisis es el problema dinástico. Tailandia es una monarquía que vive de una manera muy frágil el final de una era. El rey ya ha envejecido, y el príncipe heredero es extravagante y tiene una fuerte oposición.

Yo no soy politólogo, y solo cuento con la espléndida información sobre la vida actual en Bangkok que ha dado EL PERIÓDICO. Y con unos cuantos recuerdos todavía no olvidados. Porque yo fui a Tailandia en 1970, si no me equivoco, para hacer unos reportajes para Destino sobre varios países asiáticos. (Lo expliqué a un amigo y se sorprendió: «¿Pero tu especialidad no eran los viajes a pie por la Terra Alta, por la Segarra?»).

Fui a Bangkok camino de la India, y entonces era una ciudad, y aún lo debe ser, muy sugestiva. Me parece que ahora va mucha gente a hacer turismo, y es una buena idea, porque el atractivo del exotismo tailandés es notable. Los grandes palacios son formidables, coronados por altas puntas doradas. Y el atractivo de los mercados flotantes, con decenas y decenas de barcas como góndolas, llenas de fruta, en los rincones del río.

Espero que esta explosión de color no sea sustituida por una explosión bélica. Los tailandeses ya están acostumbrados a las peleas monárquicas y constitucionales, y también a las polémicas con China y Estados Unidos. También ha habido golpes de Estado y dictaduras. De duración escasa. Es como si cualquier iniciativa revolucionaria fuera suavizada por la dulzura de la fruta que transportan las piraguas, calmando periódicamente los ánimos.